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Fred Kerley, en la gloria y con todos los focos apuntándole en el Mundial de Atletismo en Oregon, tuvo una breve evocación de su niñez.

El nuevo rey de los 100 metros planos, con marca de 9 segundos 86 centésimas, había ganado por su remate en posición de avión en la meta: brazos extendidos, cabeza adelante y pierna derecha superando a sus compatriotas Marvin Bracy-Williams (9.88) y Trayvon Bromell (9,88), y evocó que fue un niño abandonado.

Con las mieles del triunfo en la boca recordó a la tía Virginia Kerley, a la que apoda Meme y tiene tatuado en su brazo izquierdo. 'Estoy agradecida de que ella esté en posición. Para ganar en la vida'.

Virginia Kerley adoptó a Fred y sus hermanos en una casa de casa en Taylor, Texas, donde había 26 personas, 13 menores de edad. Esa tradición de matrona aún continúa y esta mujer, definida por su hijo campeón como amorosa, cariñosa, amable, dura y justa, aún continúa. Seguro que vio a Fred por televisión.

La revelación pública de su vida y contada en un texto en primera persona en la revista Spikes, Fred cuenta que a los 2 años cuando fue adoptado su padre estaba preso y su madre había tomado un mal camino. Virginia lo crío en la fe y la creencia que fue marcando sus hábitos con los estudios de secundaria y la práctica del fútbol americano y el baloncesto.

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