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Entre tacos y mesas. Definir tu razón de ser cuando creces bajo la cobertura de una familia de billaristas, como la de Pedro González, no debe ser mucha complicación. Así se resume la vida de ‘Pedrito’. Un jugador de billar colombiano que hoy cuenta con la dicha de poder contarles a sus nietos que logró estar entre los 25 mejores del mundo. Su cédula apunta hacia la capital, su génesis al barrio Santa Fe, pero el tiempo lo ha determinado como un costeño más.

Sí, jugador profesional de billar. No lo está leyendo mal. Aquello que es seguramente un hobbie para muchos, y una actividad asociada con los tragos o cigarrillos para otros. No obstante, ninguno de esos paradigmas mal formados puede ocultar la realidad de que Colombia hoy se posiciona como potencia mundial en dicha disciplina.

Lo de Pedro es un claro ejemplo. Sus celulares de la infancia fueron los tacos y aquellas mesas rectangulares hechas de madera fácilmente pudieron ser su primer amor. Su crecimiento tuvo la fortuna de alinearse con el hecho de que su padre fuese nombrado como director deportivo de la Federación Colombiana de Billar en ese tiempo. Mientras que muchos de sus amigos salían a perseguir balones, él se sentía cómodo haciéndole compañía a su creador en los billares.

Su carrera inició antes de lo normal. Desde los 13 años Pedro comenzó a labrar su camino. Las tácticas que le costaron aprender a su padre o a su madre tantos años ya él las dominaba en su adolescencia. Su enfoque era dividido. Sabía que tenía que responder en la escuela, pues después no tendría permiso para practicar en los recintos donde por su temprana edad no podría entrar y salir con libertad.

Se levantaba temprano para optimizar el tiempo. Sus clases eran vespertinas. Por tanto, aprovechaba la mañana para practicar. Al ser ciudadano de la capital colombiana, la modalidad tres bandas se convirtió en su vicio. Llegaba del colegio y subía a la oficina del billar para dejar listos sus compromisos. Desde el segundo piso se visualizaban todas las mesas, siendo ese su paisaje favorito.