Cuando parecía que Kylian Mbappe, que puede ser su próximo jugador, le había triturado, cuando parecía que su festival había acabado con el Real Madrid, el conjunto de Carlo Ancelotti se levantó de la lona de la forma más imprevista y, en un alarde de coraje, de recuerdo de aquellas noches de remontada, al amparo de un triplete de Karim Benzema, liquidó al todopoderoso PSG del tridente y se clasificó para los cuartos de final de la Liga de Campeones.
Otra noche de las que pasarán al recuerdo del madridismo, que contempló enfervorizado, en un Bernabéu enloquecido, la reacción de su equipo ante un rival que había sido más que superior, con un Mbappe estelar, un Neymar y un Messi como lanzadores de lujo, y un conjunto propio que había desvelado algunas de sus lagunas.
La última remontada europea se produjo ante el Wolfsburgo con un triplete de Cristiano.
Esta vez de su delfín y compañero en tantas batallas, Benzema, que fue a por un balón imposible, forzó el fallo de Donnarumma en la salida del esférico y ahí comenzó una remontada tan fulgurante que dejó amilanados a Mbappe y sus compañeros, incapaces de frenar el vendaval que de repente se había levantado en el coliseo blanco.
Hasta el momento del primer gol madridista todo era fiesta y alegría en el PSG. Había mandado en el césped y tácticamente.
Y Mbappé había brillado como han hecho otras grandes figuras con el morbo añadido de que su futuro puede pasar por el Real Madrid, que le demostró que nunca se rinde y que por algo tiene en sus vitrinas trece coronas continentales, por noches y reacciones como esta.