Es el tridente de moda, pero todavía no ha conseguido convertirse en la maquinaria de guerra que podía esperarse de la asociación del séxtuple ganador del Balón de Oro, Lionel Messi, el jugador más caro de todos los tiempos, Neymar, y una de las promesas más codiciadas del fútbol actual, Kylian Mbappé.
El clásico contra el Olympique de Marsella (0-0) demostró que todavía le falta rodaje a esa tripleta de ensueño, pero también que el paso de los minutos no está mejorando la mezcla.
Su calidad y peligro son indudables y se ha visto en dos duelos clave en Liga de Campeones, contra el Manchester City y frente al Leipzig.
Pero todavía no hay química, el juego no impresiona y, sobre todo, no han dado con la solución del puzle.
El entrenador, Mauricio Pochettino, no da con la tecla y en Marsella apostó por asociarles con Ángel di María, el cuarto jinete, por segunda vez en lo que va de temporada, sin que la fórmula tuviera más éxito que en la primera.
La entrada del exjugador del Real Madrid permitía, sobre el papel, colocar mejor las piezas. Pero el resultado no fue concluyente.
Neymar, en posición centrada, como a él le gusta, con libertad de movimientos, fue el principal síntoma de la sequía. El brasileño está apático, poco participativo en el juego, sin el peligro que aportaba en las pasadas temporadas.