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Cuatro meses después, el vendaval de fútbol con el que España vapuleó a Alemania para acceder a la fase final de la Liga de Naciones se convirtió en juego previsible y con poca llegada, para iniciar con un tropiezo inesperado el camino a Catar 2022, cediendo un empate en el Nuevo Los Cármenes ante Grecia en un choque marcado por la decisión de un extraño penalti.

Sintió ventaja en la disputa Íñigo Martínez, convencido de que el riesgo era menor. Llegaba antes que el rival para despejar el esférico en un partido sin peligro alguno para la portería defendida por Unai Simón. La inercia provocó que golpease al rival y la inesperada decisión del italiano Marco Guida. El penalti fue un castigo a la falta de soluciones futbolísticas de España en una mala noche. Del espectáculo máximo para cerrar el 2020, a la incertidumbre en la primera aparición de 2021.

Un fogonazo repleto de calidad había cambiado el rumbo de un partido al que Grecia inyectó anestesia para modificar la identidad de la España de Luis Enrique. Un segundo para pensar a Koke le costó caro al conjunto heleno. Balón picado al espacio y la aparición de una figura necesaria si se quieren rememorar tiempos de éxitos recientes, la de un matador. La primera aparición de Morata tardó 33 minutos en llegar, pero fue letal. Control de pecho y remate de zurda arriba sin dejar caer el balón. El problema parecía resuelto.

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La cita no dejaba intuir sufrimiento por su inicio esperanzador. Con intensidad y mucha movilidad, presión alta y asfixiando a un rival que pasó de ser protagonista en sus últimos partidos a ser sometido sin más respuesta que defenderse. Luis Enrique confirmó en el once el relevo en la portería, con Unai Simón por delante de David de Gea.

Los gustos del seleccionador están por encima de los momentos del jugador en algunas ocasiones. Ocurre con Eric García, prácticamente apartado en el Manchester City tras negarse a renovar y titular con España por la baja de Pau Torres. Entre los dos está el acompañante de Sergio Ramos en la Eurocopa. No hay tiempo que perder y pocos partidos para asentar una pareja que duró una parte porque el capitán anda renqueante.

El dominio no fue sinónimo de buen fútbol porque España se atascó tras un buen inicio. No se cumplía el minuto dos cuando Dani Olmo cabeceaba sin precisión, encontrándose el balón, al centro desde el costado derecho. Y antes del cuarto de hora Koke perdonaba una doble ocasión, sin poder superar el muro defensivo con sus disparos desde el punto de penalti.

No hubo continuidad al juego y a Luis Enrique no le gustaba la parsimonia de su equipo. Se hizo previsible el juego, sin desbordar por los costados, con posesión estéril. Ni un uno contra uno de Ferrán ni Olmo, que despertaba a todos con una acción individual. Su latigazo lo repelió el larguero un minuto antes de que Koke inventase la acción del gol.

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Pero a España le faltó continuidad e inspiración. Una fecha compleja, con los internacionales jugándose mucho en sus clubes. Un partido de clasificación a un Mundial sin haber disputado aún la Eurocopa. Numerosos cambios en el regreso tras cuatro meses de parón. Morata lo remataba todo. Desde fuera del área chutó al lateral de la red. Quería más en su deseo de demostrar que merece ser el 9 indiscutible de la selección.

Y cuando parecía que Grecia no marcaría ni en dos días de partido, con Marcos Llorente exhibiendo físico para frenar cualquier intento de contragolpe, llegó una decisión del colegiado que cambió el rumbo. Solo a balón parado o por un despiste podía encajar un gol la selección española. Iñigo Martínez, que había sustituido al descanso a Ramos, se lanzó a despejar el balón dentro de su área y con la inercia, tras golpear el esférico, impactó en la tibia de Masouras. El penalti lo transformó Bakasetas.

Aparecía un nuevo escenario, con España obligada a generar más. Y Luis Enrique recurrió al descaro de los más jóvenes. Hizo debutar a Pedri, con 18 años, y confío en Brian Gil, de 20. El dibujo del partido impidió tener continuidad a la calidad en la asociación de Pedri. Bryan dio el desborde que faltaba, encarando desde el primer balón que tocó, generando desequilibrio pero falto de precisión en el momento clave del pase.

Faltó ese acierto en los últimos metros. En un testarazo de Morata, en la decisión de Gayá de asistir antes que chutar en la mejor ocasión, sin que Oyarzabal llegase al remate. Lo cierto es que Vlachodimos, portero griego, no fue exigido. A España le faltó imaginación y fe. Y Grecia celebró el empate como una gesta en casa del grande. Una selección española que pasó del éxtasis a la duda.