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En los duros años 70 para el Manchester United, el escocés Lou Macari fue una leyenda en el medio campo de los ‘Red Devils’. Pero su figura cobra ahora una nueva dimensión tras idear un refugio de casetas individuales que trata de ofrecer un alojamiento digno a los sintecho.

Después de su brillante trayectoria en el Manchester United, donde jugó más de 400 partidos y marcó 97 goles -también fue internacional con Escocia en 24 ocasiones-Macari todavía se mantiene activo.

Con 71 años, sigue vinculado al mundo del deporte como gerente en el club del Stoke City y lo compagina con la gestión de su refugio, por donde pasa casi todos los días.

El Centro Macari está ubicado a unos 250 kilómetros al norte de Londres, en la misma localidad que su club, Stoke-on-Trent, y cuenta con una cuarentena de habitáculos prefabricados de una decena de metros cuadrados.

El exfutbolista los ha equipado con cama, mobiliario, calefacción, electricidad y televisión y cada residente puede decorar y organizar el suyo a su manera.

'Tenemos que salir del barracón para ir al baño pero al final no pagamos nada, salimos beneficiados con una casa', cuenta a Efe Charlie Railton, de 24 años, uno de los residentes.

'Tengo mi propio espacio, hago más cosas para mí mismo, me compro más comida... Ha sido todo un proceso para mí. Tengo televisión, puedo ver lo que quiero con libertad e incluso duermo mejor porque no tengo a nadie al lado', relata Terry Beckett, de 34 años.

El coronavirus como cambio de paradigma

No siempre hubo esta privacidad. Hace cuatro años que este ex del Manchester United y el Celtic Glagow fundó un albergue con un gran dormitorio compartido para dar techo, ropa y comida a las personas que dormían en las calles de su ciudad.

Con la pandemia, el Gobierno británico consideró el centro inadecuado y esto le obligó a repensar un nuevo alojamiento que los protegiera del virus.

'Antes todo el mundo compartía un solo baño. Eso no puede ser, especialmente con la covid-19. Era como una granja, había robos… Así es más seguro', cuenta el joven Railton.

Las ventajas del nuevo sistema no han servido solo para evitar los contagios, sino que también se ha mejorado su calidad de vida.

Cada caseta tiene su propia dirección, con un número de puerta, y eso, según Macari, es de gran ayuda para hacer trámites como abrir una cuenta bancaria o encontrar trabajo.

'Cuando van al centro de búsqueda de empleo, siempre te preguntan por tu dirección y antes no tenían ninguna', señala.

Mismo problema, diferentes motivos

El centro cubre las necesidades básicas y todas las comidas, pero el problema del sinhogarismo es de raíz más compleja y puede abarcar factores muy diferentes, desde problemas económicos y familiares a adicciones, delincuencia o salud mental.

Esto hace que la convivencia pueda ser complicada, aunque al final, dice Railton, todos están 'en el mismo barco'.

'Tuve algunos trabajos pero he estado en la cárcel tantas veces… siete veces, y solo tengo 24', cuenta el joven, que por su adicción a las drogas cometió hurtos y robos en tiendas.

A sus 61 años, Thomas Preston lleva más vida a sus espaldas y también ha estado entre barrotes. 'Me mezclé con delincuentes y solía trabajar con ellos. Solía dar palizas muchas veces', relata, recordando su pasado en la cercana ciudad de Birmingham.

'Era un poco loco en aquellos tiempos. Cuando eres joven piensas que puedes hacer cualquier cosa, ¿verdad? Cuando te haces mayor, te das cuenta de que no...', reflexiona.

La televisión como ventana al mundo

El fundador del centro subraya que los residentes pueden quedarse 'tanto tiempo como quieran'.

'No hay un límite de tiempo para tirar adelante. Tratamos de atenderles tan bien como podemos, conseguir tanto como podemos, y ayudarles a mejorar y a salir adelante. Esto no es fácil, lo tiene que hacer cada uno por sí mismo', reconoce Macari.

Todos los residentes destacan la televisión como un factor de mejora para su día a día. Preston ha descubierto la serie 'The Big Bang Theory' y dice que lo que más le gusta es poder 'tener la puerta cerrada', que le respeten y nadie le moleste, pues no le gusta 'involucrarse en el ajetreo nocturno' del centro.

El propio Macari notó el impacto positivo de la televisión después de recibir la donación de 48 aparatos por parte del sindicato británico de entrenadores (League Managers Association), del que es miembro.

'A menudo nos olvidamos de que quienes están en la calle no ven lo que pasa en el mundo. El primer día que abrimos aquí, pensé que todo el mundo se había ido y me habían dejado solo. Estaba todo tan silencioso.... ¡pero estaban todos dentro de las casetas viendo la televisión!', recuerda con una sonrisa.