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La voz de Israel David retumba en la ranchería Kaschirotpa, es fuerte, sonora, pero sobre todo impresionante, para provenir de un niño de tan solo 11 años.

Se escucha a lo lejos, abriéndose paso entre los árboles de trupillo y los ranchos de barro en los que vive gran parte de su familia.

En ese escenario fue escuchado por primera vez narrando un gol. Muchos no podían creer que este niño wayuu, que no tiene televisión en su casa, que casi no había salido de su comunidad, pudiera narrar un partido de fútbol y describir las jugadas de un encuentro que estuviera llevándose a cabo a miles de kilómetros de este territorio guajiro.

'Yo escuché en la radio, uno que había en mi casa y me gustó mucho, por eso comencé a hacerlo', es la explicación que nos da con gran aplomo y tranquilidad, esa que es propia de los integrantes de su etnia.