El Tour de Francia prepara el lanzamiento el próximo sábado en Niza de su edición más peculiar, por primera vez en su historia en septiembre y en medio de importantes medidas de seguridad sanitaria, todo ello motivado por la pandemia de COVID-19.
La organización de la carrera más importante del calendario ciclista ha tenido que adaptarse a la situación con la convicción de salvar una prueba de la que depende buena parte del futuro del ciclismo.
El prefecto del departamento Alpes Marítimos, Bernard Gonzalez, anunció este jueves que la salida en Niza se hará a puerta cerrada ante el repunte del virus, y los espectadores que asistan a las dos primeras etapas tendrán que llevar mascarilla. Tampoco se permitirá el estacionamiento en los puertos.
Además, para la presentación de los equipos este jueves impuso un aforo máximo de 1.000 personas.
La prueba tendrá el mismo recorrido previsto para julio, cuando la situación sanitaria obligó a retrasarla para encontrar acomodo en septiembre.
Entonces, la organización esperaba que el virus estuviera más controlado, pero en las últimas semanas se multiplican los rebrotes en Francia, lo que ha llevado al Ejecutivo a elevar el nivel de seguridad.
Con más de 3.000 contagios diarios, Francia, el único país por el que discurre este año el Tour, afronta la vuelta al colegio y el final de las vacaciones, dos situaciones que pueden hacer incrementarse todavía más el número de positivos.
En ese contexto, el Tour prosigue con sus planes y ha diseñado un plan con el que espera mantenerse al margen del avance del coronavirus.
Las mascarillas y la distancia de seguridad serán la norma durante las 21 etapas y las dos jornadas de descanso que desembocarán el próximo 20 de septiembre en el tradicional podio de los Campos Elíseos de París.
Para preservar la carrera, se ha creado un dispositivo de burbuja que protegerá a los corredores y al cuerpo técnico y sanitario de cada equipo. Se limitarán al máximo las interacciones con los otros integrantes de la prueba, incluida la prensa y el público.
Los test serán frecuentes entre los que entren dentro de esa cortina de seguridad, aunque persisten las incógnitas sobre lo que sucederá si se producen positivos en su interior.
La organización preconiza el principio de que si hay dos positivos en el seno de una misma formación, esta será excluida de la carrera, algo que ha motivado las protestas de los equipos. Se mantiene el diálogo para llegar a un acuerdo.
El director del Tour, Christian Prudhomme, asegura que habrá público, pero menos, porque en septiembre la mayor parte de los franceses no tiene vacaciones y los niños han comenzado ya el colegio. Además, se espera que haya menos extranjeros, que en otras ediciones representaron el 20 % del público y hasta el 50 % en algunas etapas montañosas.
Habrá campañas de sensibilización para que en las cunetas se respeten también la distancia de seguridad y se lleven mascarillas y se han instalado puntos para repartir gel hidroalcohólico. Hasta 2 toneladas serán distribuidas durante la prueba.
El acceso a las salidas y a las metas será controlado, con menos público que en ediciones anteriores para poder respetar la distancia de seguridad, así como en los puertos, donde se filtrará el acceso de aficionados.
La caravana también ha reducido su envergadura. De los 5.000 acreditados habituales se ha pasado a unos 3.000 -todos ellos con la obligación de presentar un test PCR negativo- y la zona técnica de la organización, que normalmente supera los 9.000 metros cuadrados, tendrá en esta ocasión 5.500.
También se ha reducido la tradicional caravana publicitaria que precede el paso del pelotón y que será de 100 vehículos, frente a los 160 habituales.
Varias televisiones han decidido también reducir su dispositivo y muchos comentaristas narrarán la carrera desde los cuarteles generales de sus medios, sin seguir la carrera 'in situ'.
El Tour, sin embargo, no ha perdido el interés televisivo y será transmitido en directo en 100 países, mientras que otros 90 difundirán imágenes de la carrera.