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La seguridad con la que define en el arco rival es la misma con la que habla ante el periodista. Juan David Navarro Insignares afronta los micrófonos como a los defensas y cancerberos contrarios, con soltura, con espontaneidad, con naturalidad. Rompe el hielo de inmediato y se manifiesta sereno, sin rodeos, sin nervios, certero.

– ¿Por qué te gusta el fútbol?– le pregunta EL HERALDO de entrada.

–Porque es una buena forma de divertirme, es mi deporte favorito y expreso muchas cosas que no puedo expresar haciendo otras cosas– responde en el comienzo de la entrevista, sentado sobre un balón, cerca de uno de los arcos de la cancha múltiple de grama artificial del parque Bosques del Norte.

No titubea ni se incomoda ante el micrófono, tal vez, porque su vida gira alrededor del balón y sobre eso son los interrogantes. Desayuna fútbol, merienda fútbol, almuerza fútbol, cena fútbol, toma fútbol, piensa fútbol, sueña fútbol, dialoga fútbol y por supuesto que lo juega. Y muy bien.

'Todo lo de él tiene que ver con fútbol. Habla con una propiedad impresionante de todos los equipos del mundo, sabe todo lo que pasa en el fútbol', cuenta orgullosa su abuela materna, Bárbara Insignares, que suele acompañarlo a sus prácticas en la escuela de fútbol Talentos del Norte, y que mira a lo lejos el primer encuentro de su nieto con un medio de comunicación.

En ese equipo Juan David es un bárbaro con el balón. Lo agarra, lo domina, lo estrella contra las redes adversarias, lo muestra, lo esconde, lo tira, lo jala, lo mete, lo saca, todo un derroche de fantasía, un carnaval de buen fútbol.

'El fútbol me da mucha felicidad', resume sobre el atractivo que le encuentra a ir detrás de un esférico.

'Soy un volante ofensivo con habilidad y gol', se define ‘Juanda’, que juega por izquierda, derecha o el centro, por donde lo pongan. 'Estoy anotando como dos goles por partido', apunta.