El problema es general. Por eso Luis Fernando Suárez, técnico de Junior, no se fue lanza en ristre contra las Águilas Rionegro y su deliberada y descarada manera de quemar tiempo (con la increíble complacencia del árbitro Edwin Trujillo) durante el partido que ambos equipos igualaron 1-1, en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez, el pasado sábado en la quinta jornada de la Liga Águila.
'Solo se jugaron 19 minutos en el segundo tiempo', le comentó Armando ‘Piripi’ Osma, asistente técnico de Suárez al fotógrafo de EL HERALDO, Luis Rodríguez Lezama.
A pesar de que resultó desesperante, irritante y atentatorio contra el espectáculo la burda manera en que los dirigidos por Jorge Luis Bernal se inventaron excusas para hacer que el cronómetro corriera sin que rodara el balón y se le redujera el tiempo al ‘Tiburón’ para reaccionar y remontar el juego que perdía 1-0, Suárez no desplumó a las Águilas, no las convirtió en blanco de sus críticas. Sus dardos apuntaron a todo el fútbol criollo y a la sociedad colombiana.
'El problema es de país. Nuestra cultura siempre busca la forma de hacer trampa para poder ganar. El mensaje debe ser que la mejor propuesta gane. Juguemos a ganar con la pelota, no con la camilla. El colombiano es tramposo', sentenció Suárez en declaraciones a los medios después de la práctica matinal del lunes.
Pero se queda corto el entrenador antioqueño. Fingir lesiones, hacerse el bobo o el loco en un saque de meta o de banda, desamarrarse los cordones, hacer correr más al médico y al kinesiólogo que al lateral, tirar una camilla a la cancha o dejarse caer de una de ellas, caminar a paso de tortuga en una sustitución y las mil y una maneras de consumir minutos a los partidos de fútbol, no son exclusivas del balompié nacional, son un eterno tormento mundial. Está en el ADN de los jugadores del Borussia Dortmund de Alemania o en los del Kashima Antlers de Japón. Se ve lo mismo en el Lyon de Francia o en el Chorrillo FC de Panamá, en el Junior de Barranquilla o en el Zamalek de Egipto.
No solo es ‘malicia indígena’ de los pueblos sudamericanos, en Europa, es un asunto tan viejo como el continente. Por algo Marco Van Basten, el legendario ex futbolista holandés que brilló en su selección y en el AC Milan, ganador del Balón de Oro en 1988, 1989 y 1992, propuso el año pasado que en los últimos 10 minutos de juego se parara el cronómetro cada vez que el balón no estuviera en acción, es decir cuando cruzara las líneas que demarcan el campo o se pitara una falta.
'Es la mejor manera de combatir las continuas pérdidas de tiempo en los últimos minutos', declaró Van Basten, quien también considera que las sustituciones se deberían realizar en cualquier momento sin necesidad de que se pare el compromiso, para evitar la operación tortuga que despliegan los futbolistas para agotar algunos segundos en momentos cumbres.