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Tatuado en su sudoroso brazo derecho resalta el nombre de su principal incentivo. Su hijo, Duber Andrés, quien el próximo 17 de marzo llegará a los dos años de existencia, lo motiva a molerse a golpes con el que sea. No importa la raza, el acento ni el apodo, José Soto está dispuesto a dejar su vida en el ring, si es necesario.

Es sábado, la temperatura es alta. En el patio del entrenador Albenio Martínez, ‘El Chino’, hay seis boxeadores preparándose para su próxima salida a la candela. Antes de encontrarme con un improvisado cuadrilátero alzado en concreto y con una alfombra de lona, ‘jab’, el perro guardián, intimida mis pasos. Ubadel ‘Maravilla’ Soto aísla el peligro. 'Pasa, pasa, no hace nada'.

Son 36 metros de fondo en un hogar ubicado en la carrera 23B con calle 74 en el barrio Carlos Meisel. Al final, en una de las tres llantas de camión utilizadas para el ejercicio está José. A su lado derecho se encuentra Jennifer Rodríguez, campeona nacional barranquillera que en su última pelea en Argentina, ante Marcela ‘La Tigresa’ Acuña, cayó por nocaut en el quinto capítulo.