Cuando la invitaron a participar a su primera competencia deportiva, Caterine no tenía un par de tenis para correr. Tuvo que llevar los de doña Francisca, su mamá y primera patrocinadora, su motor para emprender un camino que hoy la tiene como la número uno del mundo en el triple salto y como la mejor atleta del mundo en la temporada 2018.
Con ese par de tenis de la mamá, la confianza del profesor del colegio, su entusiasmo propio y el valor agregado de la sonrisa que la caracteriza, Caterine entendió por dónde debía direccionar su vida.
'Mi mamá y mi abuela formaron lo que soy como persona, a la medida de lo que pudieron. Primeramente me enseñaron el valor de las cosas, que cada cosa se lucha para conseguirse, que todo llega a un tiempo preciso, por eso las amo con mi vida', reconoce Caterine, para quien su fortaleza es que 'siempre que estoy parada en la línea para buscar mi salto, primero me encomiendo a Dios y luego pienso en mi familia, mi madre y mi abuela, para recibir las fuerzas necesarias para cumplir con mi objetivo, pensando en la frase de mi mamá: ‘los tiempos de Dios son perfectos’'.
Nacida en Apartadó, Antioquia, el 12 de febrero de 1984, desde niña conoció las dificultades, aunque fue consentida por las dos madres que tuvo, quienes fueron superiores a las dificultades económicas y a punta de trabajos domésticos le dieron lo básico para salir adelante, primero en la vida y luego en el deporte.
En el atletismo empezó a los 12 años, en el salto alto, gracias a sus 1,80 metros de estatura, y dirigida y aconsejada por su primer técnico, Wilder Zapata. Se trasladó a las residencias de la Villa Deportiva Antonio Roldán Betancourt, en Medellín, para intentar comenzar una carrera, que pronto la llevó a los primeros lugares.
Corría el año de 1996, cuando llegó al lugar de encuentro de los atletas de altos logros de Antioquia y pasó a manos del primer cubano que ha dirigido su carrera, Luis Alfaro, quien le pulió los conocimientos para esa muy técnica competencias. La también cubana Regla Sandino fue su tercera conductora, y bajo su mando ganó en 1999, el título del alto, en los Bolivarianos de Ambato, Perú.
Dada su velocidad, sus largas piernas, su potencia y su temperamento, Sandino le aconsejó cambiarse a los saltos largo y triple, cambio que dio los mejores resultados en su carrera.