Hace dos semanas, Kimberly Figueroa (Virginia, Risaralda 1993) estaba haciendo los recorridos por fincas de los municipios de San Pedro, Belmira y Entrerríos en el norte antioqueño. De lunes a viernes recorrió hasta dos kilómetros a pie fincas para hacer muestras de suelo. Con gorra y protector de nuca, botas, overol, maletín en su espalda cargó, desde las 8:00 de la mañana y hasta 4 de la tarde, los prototipos de superficie que serán analizadas por genetistas y zootecnistas de la cooperativa para la cual trabaja en Medellín.
Los trayectos entre parcelas, cuenta Kimberly, a veces los hace en mototaxi. El cansancio lo siente y es aún mayor tras las jornadas de sol y caminos de montaña, los viajes de ir y venir a la terminal en Medellín, donde vive con su hermana, para conectar con otros servicios de buses y hacia otros municipios. Entre San Pedro y Belmira hay 26 kilómetros de distancia y entre Entrerríos y San Pedro, 36 kilómetros. 'Hay días donde me toca almorzar a las cinco de la tarde, como en otros cuento con el cariño de los finqueros me regalan un vaso de leche o un alimento'.
Los Juegos Centroamericanos y del Caribe, la piscina del Complejo Acuático y el campeonato de polo acuático, han permitido romper la rutina de la zootecnista Kimberly Figueroa. A sus 26 años, graduada el año pasado en la Universidad Nacional, representa por primera vez a Colombia en un evento internacional. 'Es mi profesión y mi hobby es el polo acuático. Aunque hay días en los que llego y he pensado no puedo más con este ritmo', reconoce la nadadora de 1,53 metros. Frunce el ceño, las pecas en su nariz y mejilla, y sus ojos negros los lleva arriba, para evocar la infancia. 'Es que estoy nadando desde los tres años por mi mamá, que junto con mis tres hermanos, soy la menor, estamos en las piscina practicando natación con aletas. Y solo conocí hace seis años el polo'.
Nelson Hernández, el entrenador nacional, destaca su disciplina y su nado para un deporte de exigencia al límite. 'En poco tiempo ha llegado a la selección. El esfuerzo de vivir solas en Medellín y cumplir con los entrenamientos lo valoro mucho', afirma Hernández.
Esa constancia fue moldeada por su mamá, María Consuelo Ramírez, de quien recibió como norma primero las tareas, estudiar y entrenamiento a partir de las 4 pm de la tarde de lunes a viernes. Y todo comenzó en una piscina de un condominio privado en Virginia, donde pagaba el alquiler doña Consuelo. Años más tarde se establecieron en Bogotá para buscar apoyo y continuar en la natación de aletas. Las puertas no se abrieron después de tres años, pero hace una década en Medellín sí encontraron las llaves. María Consuelo insistió en sus dos hijas: Kimberly y Evelyn con la natación con aletas hasta la entrada a la Universidad Nacional. 'Competí ya estudiando Zootecnia, representé a Antioquia hasta el 2010 con entrenadores como Nelson Zapata. Un día empecé como a sentir que había un ciclo terminado y me encontré en las piscinas de Medellín con un campamento de polo acuático, nos invitaron, me uní al Club de Polo donde pago $45 mil pesos cada mes. Y como tenía la pasión por nadar y aún no trabajaba, en tres meses, doblé los entrenamientos, y aquí estoy', cuenta Figueroa.
Su mamá no estuvo de acuerdo con el cambio de un deporte individual a uno colectivo, no lo oculta Kinberly. El polo, que está buscando mayor presupuesto, apoyo en un nuevo proceso después de ocho años sin ir a eventos internacionales, y con la jornada laboral de Kimberly, los esfuerzos se doblan. Los entrenamientos comienzan después de sus visitas a las fincas. 'Hasta diciembre estaré con el proyecto de la cooperativa que apunta a que los dueños de ganado tengan mejores suelos y nutrición para los animales. Para tener otros ingresos me ha tocado en algún momento vender galletas y chucherías a mis compañeros de club. Es por eso que mi sueño es poder entrenar en el exterior. Nos hace falta a todas. Tener roce con otras selecciones. No importa que a veces uno no lo pueda darlo todo, porque en el agua me relajo, es donde mejor me siento'.