Londres-2017 está dejando por ahora un sabor agridulce. Por un lado, nunca un Mundial de atletismo había tenido tanto público. Por otro, la caída de Usain Bolt y las flojas marcas están dando un tono gris a la competencia.
El Mundial había comenzando de forma esperanzadora. Los organizadores anunciaban que ya estaban vendidas 700.000 entradas, ridiculizando el anterior récord de asistencia, que había fijado Berlín-2009 en 417.000 personas.
Pero a nivel de competencia puramente deportiva, las sensaciones no han sido las mismas.
La carrera masculina de 100 metros, la prueba reina del Mundial, vio como Usain Bolt, invicto en esta disciplina, cedía su corona después de haberse impuesto en todas las finales de grandes eventos desde los Juegos de Pekín-2008.
Bolt fue bronce, mientras que el oro fue para el ‘malquerido’ estadounidense Justin Gatlin, con una marca mediocre de 9.92, lejos de los 9.58 colocados como récord del mundo por el jamaicano en Berlín-2009.
Sebastian Coe, presidente de la IAAF, reconoció que ganara Gatlin, de 35 años, que había sido suspendido cuatro años por dopaje entre 2006 y 2010, 'no fue el mejor guión' para la carrera. Gatlin debió soportar los abucheos del público antes de la carrera y durante la entrega de premios.