Lo mismo que nadie podía descifrar la endiablada velocidad que ponía en sus movimientos de pies y brazos, la tenía cuando le tocaba hablar, pero siempre cumplió con lo que decía hasta que la terrible enfermedad del Parkinson lo obligó a guardar silencio, nunca a dejar de luchar.
Personalidad de un ingenio único, después de muchos años de lucha contra la enfermedad, Muhammad Alí falleció a la edad de los 74 años después de haber dejado un legado irrepetible.
Ali ganó y defendió su título pesado en peleas históricas y a través de todo el mundo, pero sobre todo habló como ningún deportista lo hizo en favor de los negros y se negó a la guerra de Vietnam por sus convicciones musulmanas.
Nada lo detuvo, viajó por todo el mundo y siempre como embajador de las buenas causas, además de tener siempre la capacidad de comunicarse con cualquier tipo de audiencia, y fue un genio a la hora de acuñar frases únicas.
La más destacada y popular cuando dijo a la hora de describirse lo hizo con la frase de 'floto como una mariposa y pico como una avispa'.
Concluyó su carrera profesional con marca de 56-5 y 37 nocáuts, y fue el primer púgil en ganar tres veces el título de los pesos pesados.
Peleó y venció a los mejores, Sonny Liston, George Foreman y Joe Frazier, entre otros, que le dejaron muchos millones de dólares en ganancias, gracias a que siempre era actualidad y más cuando se cambió el nombre de Cassius Clay al de Muhammad Ali.
'Soy el Más Grande', dijo una y otra vez, sin que nadie se atreviese a llevarle la contraria, ni tan siquiera cuando se hizo musulmán.
'El boxeo fue mi trabajo, la primera parte de mi vida', dijo en 1990, y añadió que sería el mejor evangelista de la historia, pero esa promesa no pudo cumplirla al descubrirse la enfermedad del Parkinson que progresivamente le fue quitando la voz, pero no su espíritu luchador.
El silencio de los últimos años de Ali fue un marcado contraste con el rugido de una carrera que tuvo grandes luces y también algunas sombras.
Ali irrumpió en la escena pública con una serie de peleas televisadas que mostraron a un carismático campeón. Pero su tragedia fue que al final había recibido demasiados golpes en la cabeza y aunque ganó 75 millones de dólares en su carrera, también el efecto de los puñetazos permaneció mucho después de que gran parte del dinero se hubiera esfumado.
Tampoco eso lo detuvo y mucho menos le impidió viajar incansablemente para promover el Islam, reunirse con líderes mundiales y abogar por una ley con su nombre que buscaba reformar el boxeo.
Aunque tuvo que aflojar el paso en años recientes, se las arregló para hacer numerosas presentaciones, incluyendo un viaje a Irlanda en 2009 y su presencia fue un acontecimiento único.
Pero si hubo una imagen de Ali que cautivó a través de todo el mundo fue cuando, ya afectado por el Parkinson y las manos temblorosas, encendió la llama olímpica en los Juegos de Verano de Atlanta 1996, en un espectáculo especial y emocionante.
También pocos años después, Ali se sentó calladamente ante un comité del Congreso, en Washington, y sirvió para que convenciese a los legisladores a aprobar la ley de reforma del boxeo que llevaba su nombre, un reconocimiento que nadie cuestionó y que al final también ayudó al deporte que le dio todo y lo hizo el más grande.