El tiempo aplicado dentro de su bañera de hielo ha debido ser considerable en los últimos días de Cristiano Ronaldo, empeñado en apuntalar su condición física y alcanzar un nivel óptimo en Milán, donde el sábado pretende conquistar la tercera Liga de Campeones para ampliar su hoja de servicios.
No quiere el portugués presentarse a la última cita de la temporada, la de mayor lustre, mermado físicamente. El goleador del Real Madrid aún recuerda, en su pileta congelada, los malos ratos que le hizo pasar hace dos años el tendón rotuliano. Una lesión que arrastró en el tramo final de ese curso, culpable del discreto papel que desempeñó en el estadio de La Luz de Lisboa.
Ha sido mayor ahora el tiempo de pausa desde el cierre de la Liga hasta la cita en el Giusseppe Meazza. Dos semanas para ponerse a tono y enterrar las molestias musculares que le obligaron a parar tras el partido ante el Villarreal del Santiago Bernabeu y que le hicieron dimitir de la carrera con el uruguayo Luis Suárez por ser el máximo goleador de la temporada.
No perdona un minuto de partido Cristiano Ronaldo. No lo ha hecho nunca. La obstinación por acumular reconocimientos individuales y colectivos echan por tierra la idea de dosificar energías. Cristiano no rota. Es una idea que no se discute. Ningún técnico ha sido capaz de convencer al astro portugués. La experiencia y las lesiones tampoco.
El atacante del Real Madrid llega a la final de San Siro con 48 partidos a sus espaldas. Uno más de la cifra con la que terminó hace dos temporadas, cuando alzó la 'Champions' en Portugal. Ahora acumula el mismo número de goles, 47, con los que completó aquél curso, tras marcar, de penalti, el cuarto tanto de su equipo al Atlético Madrid. Una cifra que puede superar si marca en Milán.
Y es que un tanto en el Giuseppe Meazza le convertiría en el único futbolista de la historia que anote en tres finales de la Liga de Campeones. Además del logrado en Lisboa, Cristiano ya firmó un gol cuando logró el título con el Manchester United y se impuso al Chelsea en el 2008.
La relación de objetivos que alimenta la ambición del portugués no termina aquí. Ronaldo pretende superar su propio registro en Europa. Y aún es posible. Un gol de Ronaldo en Milán, además, igualaría su mejor cifra en la máxima competición continental de clubes, obtenida, precisamente, en la temporada 2013-2014. Terminó con 17 goles la Liga de Campeones. Ahora acumula 16.
Y es que Cristiano llegará a San Siro con el mismo número de tantos que acumulan en total todos los futbolistas del Atlético de Madrid, adversario en la pelea por el título.
La final de Milan es la última y única oportunidad para el Real Madrid y también para su estrella. En un curso agitado, plagado de vaivenes e incertidumbre, que advertía un final frustrante, se encuentra el club blanco ante la posibilidad de consumar la temporada de manera más que digna si Sergio Ramos levanta la 'undécima' Copa de Europa. Sería la solución ideal para relativizar situaciones tan llamativas como el cambio de entrenador en mitad de la temporada o la descalificación de la Copa del Rey.
Para Cristiano, que no admite la derrota, la final va más allá de todo aquello. El portugués añadiría en un historial no demasiado poblado de premios colectivos, una nueva Champions. Acumularía tres, después de la que ganó con el United en el 2008 y la de Lisboa en el 2014. Pero además, alimentaría sus méritos en la carrera hacia el Balón de Oro.
La distinción anual al mejor jugador del año parece haber dejado de ser cosa de dos. A la tradicional pelea entre el portugués y el argentino Leo Messi, que se han repartido los ocho últimos trofeos (tres el luso y cinco el argentino), se asoman esta vez futbolistas como Luis Suárez o el brasileño Neymar a falta de disputarse citas tan reputadas como la Eurocopa y la Copa América, que puede situar bajo el foco a algún merecedor más.
En su piscina plagada de hielo Cristiano sabe que San Siro puede suponer un impulso en este reto. Una gran actuación ante el Atlético de Madrid revitalizaría sus opciones. Proyectaría al mundo sus méritos. Y eso, el portugués, ambicioso y obstinado, no parece dispuesto a dejarlo pasar.