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Final, final, no va más. Sonó el silbato para Ímer Machado. No hay alargue, no existe adición. La carrera arbitral del casanareño en la primera división del fútbol profesional colombiano llegó a su conclusión.

El hombre que gran parte de la hinchada de Junior rechaza y ve como un villano, por su actuación en dos finales que perdió el club rojiblanco ante Once Caldas en 2009 y Nacional en 2014, cuelga el pito y las tarjetas cercano a los 43 años de edad (cumple el 26 de marzo).

EL HERALDO contactó a este viejo conocido de la afición juniorista que se marcha tras convertirse en el segundo réferi con más series finales en torneos cortos (8, solo superado por Óscar Julián Ruiz, 9), después de dirigir 203 partidos de Liga, alcanzar la escarapela Fifa, pitar 18 juegos internacionales, ser reconocido y protagonizar varias polémicas.

¿Qué balance hace de su carrera?

Tuve una carrera maravillosa, lograr salir de una región en la que es difícil crecer en esta materia, y haber podido llegar a la máxima categoría y ganarme la escarapela Fifa es una bendición de Dios, considero que fue lo mejor que me pudo haber pasado en la vida.

¿Cómo surge un árbitro en Casanare?

Ser futbolista era mi sueño, cuando nací, el primer regalo que me dio mi padre fue un balón. Yo no tuve la suerte de haber sido futbolista. A los 12 años, en un torneo infantil en el cual participaba, no llegó el árbitro y ese día me habían dejado en el banco. Yo estaba inconforme por no haber estado en la titular, como no llegó el árbitro, yo dije que quería pitar y me cambiaron el uniforme por uno de juez. Desde entonces soy árbitro, desde los 12 años.

¿Cuál es la principal satisfacción que le queda?

Haber logrado el sueño de estar en la élite del arbitraje colombiano y hacer parte del panel Fifa. Es un honor y orgullo. Di todo lo mejor de mí. Tengo la satisfacción del deber cumplido. Salgo tranquilo, feliz y muy agradecido con la gente del fútbol, con la prensa, la afición, la Federación Colombiana de Fútbol, la Comisión Arbitral, con mis compañeros los árbitros. Solo tengo agradecimientos por todo lo que he compartido con ellos y por disfrutar de una de las profesiones más hermosas. En buena hora he tomado la decisión de decir adiós a una de las cosas que más amo en la vida.

¿Nunca se arrepintió de ser árbitro?

El arbitraje construye personas, da satisfacciones, da estatus, genera respeto y buen nombre, el arbitraje me lo dio todo en la vida, me ayudó a crecer como persona con uno de los principios fundamentales en cualquier profesión y que en el arbitraje es uno de los ejes primordiales, la honestidad. Por eso puedo salir con la frente en alto y dejar un legado importante a los nuevos árbitros, constancia, sacrificio, trabajo y humildad.

¿Económicamente cómo resultó?

No se puede vivir del arbitraje en Colombia. Pero sí ayuda y abre puertas, genera oportunidades a las personas que estamos en el mundo del arbitraje. Le agradezco al arbitraje que medio un nombre, un estatus y un reconocimiento. Gracias a él tengo posibilidades de laborar y mejorar la condición de vida de mi familia.

¿Qué otra actividad ejerce?

Mi esposa y yo tenemos un almacén de repuestos para vehículos y llamadas personales. También tengo una empresa con la cual presto servicios a las administraciones en el Departamento. Por medio de ella hemos logrado trabajar durante este tiempo. Ahora hay una posibilidad para trabajar en el Municipio (Villanueva, Casanare) en la parte de cultura, recreación y deporte. La alcaldesa cree que podemos aportarle algo.

Usted nació en esa tierra…

Así es, yo nací en Villanueva, Casanare, pero inicié mi carrera arbitral en Granada, Meta, adonde se habían trasladado mis padres. Luego volví a Villanueva. Llegué un poco tarde a la categoría profesional, cuando debuté tenía 35 años. Mi carrera fue de solo 8 años. Hoy los árbitros están en la rama profesional con 24 o 25 años.

¿Por qué finaliza su carrera como árbitro?

Hoy por hoy el arbitraje moderno requiere de una preparación física idónea, al ciento por ciento. Considero que a los 43 años me cuesta más la parte física. Cuando se empieza a sufrir en las evaluaciones, es un mensaje. Creo que hay que tomar la decisión en buena hora. Afortunadamente tuve la posibilidad de despedirme y tomar la decisión de decir adiós, que era lo que yo quería, y no esperar a que me dijeran: usted ya no va más. Antes de que el fútbol me dejara a mí, lo dejé yo. Me dolió, pero era el momento preciso.

¿Decidió retirarse o no pasó las pruebas físicas?

No superar una prueba física era un mensaje claro de que ya las cosas iban a ser más difíciles y por esta razón tomamos la decisión de decirle adiós al arbitraje.

¿Cuál fue el técnico que más lo molestó en su carrera como árbitro?

A lo largo de toda mi vida deportiva solo tuve una desavenencia con el profesor Julio Comesaña, a quien admiro y respeto mucho. Después tuvimos la posibilidad de hablar y somos grandes amigos. Fueron cosas de partido, en la ida de la final de 2009 entre Once Caldas y Junior, en Manizales. Hay que aceptar que ese día no estuve a la altura de las exigencias, que no acerté en las decisiones que tenía que tomar. Cuando uno no aprecia ni juzga bien, genera inconformidades y eso fue lo que ocurrió. Fue uno de los partidos que más me enseñó en la vida. Jamás volví a tener un encontrón con un técnico.

¿En qué se equivocó esa vez?

Hubo un gol en fuera de lugar, dos situaciones de penal, una para cada lado, que no juzgamos. No estuvimos a la altura, fue una noche desafortunada. Eso me costó una sanción de la Comisión, pero nos levantamos con la frente en alto y seguimos.

¿Qué le dijo Comesaña en aquella ocasión?

Fue una protesta airada por una decisión y tomé la decisión de expulsarlo. Ahí nos encaramos, cosa que el árbitro nunca debe hacer.

¿Comesaña le mandó 'saluditos' a su mamá?

Desde el momento que uno decide ser árbitro ya sabe que eso es lo que le espera. Eso hace parte del fútbol. Yo tuve la oportunidad de dirigir tres partidos con estadio vacío y es lo más horrible que puede existir.

¿Le hacían falta las mentadas de madre?

¡Claro! ¡Eso hace falta! ¡Eso motiva! Eso genera actitud para un árbitro. Ver el estadio lleno y que lo chiflen a uno genera motivación. Cuando lo chiflan a uno es porque uno es importante. Cuando uno asoma la cabeza en la cancha y 30 mil personas lo silban a uno es porque lo conocen a uno, eso es importante y agradable.

Su relación con la hinchada de Junior se arruinó a partir de ese partido de la final con Once Caldas…

De pronto la pasión por la camiseta. Pero quiero decirle que una de las mejores plazas que tiene Colombia para el fútbol es Barranquilla. Allá se vive, se siente y se goza el fútbol. Cada vez que me nombraban para dirigir en Barranquilla sentía alegría y satisfacción, emoción por ir a una ciudad futbolera, por ver cómo la gente vibra por el fútbol. Eso es lindo. La afición de Barranquilla merece toda la admiración y respeto. Soy un admirador de la afición de Junior por la actitud, la alegría y la manera en que viven el fútbol. Eso hay que reconocerlo.

Entonces terminó acostumbrándose a dirigir en Barranquilla…

Sí, mire que uno entre más lejos, más cerca. Terminé mi carrera deportiva en Barranquilla. El último partido profesional lo dirigí allá, Junior-Tolima, el partido de ida de la final de la Copa Águila. Una de las ciudades donde dicen que no me quería, pero ahí terminé mi carrera.

¿Qué le decían cuando venía a Barranquilla?

Recuerdo un meme que salió después de la final de Nacional-Junior, cuando los cuatro minutos de reposición. El meme tenía una valla que decía: Bienvenidos a Barranquilla, menos este HP, con la foto mía puesta (risas). Me causó mucha risa ver la creatividad de la gente.

Y le sacaron muchos más memes. ¿Todos se los enviaban?

¡Claro! Eso hace parte de la vida pública y uno está involucrado en ella. Yo disfrutaba. Me acuerdo que había uno que decía: si se acabó su saldo de minutos, llame a Ímer Machado que él le da cuatro. Un montón de cosas que las disfrutaba con los compañeros árbitros. Eso hay que asumirlo con madurez. Una de las cualidades que tuve es que las críticas y esta clase de cosas nunca lograron amilanarme ni bajarme la moral, por el contrario, me daban más deseos de seguir arbitrando. Al árbol que tiene frutos es al que más le tiran piedras.

¿Todo eso no le generó presión ni le bajó el ánimo en ningún momento?

Una de las cualidades que tengo es la tranquilidad. En el terreno de juego lo reflejaba. Soy tranquilo y fuerte ante la adversidad, soy de principios cristianos y cuando uno es temeroso de Dios, eso ayuda a tener madurez frente a las críticas. Disfruté toda mi carrera deportiva al máximo, incluidas esas cosas. Todos esos memes los conservo, a veces me pongo a ver y a reírme con mis amigos. Los nuevos que salen los voy guardando. Ahora en la final de 2015, que no la pité yo, todavía me seguían sacando memes. Se disfruta y se goza.

Usted admite que se equivocó en la final Once Caldas-Junior en 2009. ¿Qué dice de la final Nacional-Junior 2014?

Ese es uno de los partidos en los que tuve mejores calificaciones. Considero que fue un partido en el que estuve a la altura. Lo que pasa es que la regla nos permite a los árbitros reponer el tiempo que se pierde por traslado de jugadores lesionados, por sustituciones, por pérdidas de tiempo. Considero que cuatro minutos fue corto para lo que ocurrió en el segundo tiempo de ese partido en Medellín. Creo que el gol fue en el minuto 92 (realmente fue en el 93). Y ya en los penales Ímer Machado no pateó. No me pueden decir nada.

¿Cuál jugador de Junior le reprochaba más? Después de esas finales existía prevención por su nombre…

No, mire que no. Con todos los jugadores de Junior tengo una linda amistad. Las veces que volví a arbitrarles, me extrañaban porque ellos me expresaban que yo les generaba confianza. Me decían: aquí la gente no lo quiere, pero nosotros sí te queremos, nos gusta que usted nos pite. Ellos jugaban tranquilos. A Iván Vélez lo conozco hace tiempo y tengo una linda amistad con él, siempre hablábamos del tema. Igual con Toloza y Viera, que es un gran líder en el terreno de juego.

¿Nunca se sintió inseguro en Barranquilla?

Cuando uno anda con Dios, anda tranquilo. Yo tenía la capacidad de mirar a cualquier persona a los ojos porque yo a nadie le he quitado nada.

¿En los hoteles y aeropuertos, sin protección policial, alguien se le acercaba a decirle algo de frente?

Claro. Siempre se me acercaban y me decían: ¡Nooo, ya perdimos hoy! ¡No nos vaya a dar pito! Yo respondía, póngale fe que pueden ganar. Hay que romper el hielo con la gente, cuando lo conocen a uno, cambian. Una vez un señor consiguió mi número de teléfono y después de un partido de Junior que yo arbitré, me escribió: ¿hasta cuándo le vas a hacer daño a los equipos de la Costa? Yo le contesté: cuando tú sepas el reglamento, entenderás mi trabajo. Un fin de semana me vio pitando y me dijo: lo vi bien. Terminamos siendo grandes amigos.

Usted una vez, con su esposa, fue como un aficionado más en la tribuna a ver un partido Cúcuta-Junior en Yopal, Casanare...

Eso fue un domingo. Yo arbitré el día anterior. Fue una de las pocas veces que fui al estadio, casi no me gusta por tranquilidad. El juego tuvo que ser suspendido por un torrencial aguacero.

¿Es cierto que usted fue a ese partido porque su esposa es hincha de Junior?

No, a ella le gusta el fútbol y ese día estábamos ahí y aprovechamos para ir a ver el juego. Ella quería ver a Giovanni Hernández, que jugaba en Junior.

¿Pero ella no es hincha de Junior?

Bueno, eso dice, pero yo no creo, porque ella no conoce Barranquilla.

¿Tiene camiseta de Junior? ¿Sigue al equipo? Diga la verdad…

No, si la única camiseta que me regalaron en la vida fue una de Millonarios y me hicieron un escándalo.

Ya le preguntaré sobre ese capítulo de Millonarios. ¿Pero su esposa es hincha de Junior?

No, no. La labor nuestra no… Ante todo el respeto y la lealtad por los 20 equipos. Eso siempre tiene que tenerlo claro.

Ya se retiró del arbitraje, no tiene problemas si dice de cuál equipo es hincha su esposa…

(Risas) Yo me retiré, pero sigo siendo árbitro.

¿Cuántos hijos tiene?

Cuatro. Mi hija mayor, Natalia, estudia derecho en Bogotá. Mi otra hija, Laura Vanessa, estudia ingeniería ambiental en Villavicencio. Mi otra niña, María José, entra a octavo de bachillerato, y el niño, Manuel Antonio, entra a primero de bachillerato. Él dice que quiere ser portero, vamos a ver.

¿Ellos cómo tomaban los memes y críticas de la hinchada de Junior contra usted?

Ellos me los enviaban a mí. A mi hija le llegaban primero y me decía: papá, mire el último que salió. Ellos disfrutaban también porque entendían que la vida pública es así. Fue uno de los primeros temas que tocamos en familia, que había que aprender con esta clase de cosas.

¿Jamás se sintió herido por una crítica?

Uno siente. Y en su momento, cuando las cosas no salen en el terreno de juego, el estado de ánimo inmediatamente cambia, uno sabe que falló y que el objetivo no es ese. Da tristeza, da nostalgia, pero hay que levantarse. Hay algunos comentarios de la prensa que a veces atentan con la parte personal, uno quisiera que los cuestionamientos fueran futbolísticos. Pero uno opta por ignorar.

¿Sus hijos son hinchas de cuál equipo?

Del arbitraje.

¿Y usted?

Del Real Madrid y la Selección Colombia.

Ahora sí. ¿Qué fue lo que sucedió con la camiseta de Millonarios que le regalaron tras un partido en Cartagena?

2008, Real Cartagena-Millonarios, Carmelo Valencia me la dio. Yo lo conocí a él en Yopal, Casanare, cuando yo era árbitro de la Primera B. Cuando me vio, me saludó y me dijo: me alegra mucho que ya esté en la categoría profesional. Terminó el partido y él se vino a regalarme la camiseta. Me tomó desprevenido y se armó el problema.

Se dijo en ese momento que su papá era hincha de Millonarios…

Hay unas historias muy tremendas. En ese momento mi padre ya estaba muerto. Por eso el Alcalde de Villanueva en ese entonces me llamó y me dijo: ¡Tráigamela, su papá soy yo! La Comisión Arbitral me abrió una investigación por ese episodio. Gracias a Dios se falló a nuestro favor.

LA FRASE

'No recuerdo que un partido se me haya salido de las manos. Siempre le dimos la altura disciplinaria'.