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De las pocas cosas sensatas y ajustadas a la realidad que el técnico de Brasil, Luiz Felipe Scolari, dijo después de la apabullante derrota 1-7 ante Alemania, en semifinales, era que este equipo tenía años de trabajo acumulado y varios de sus jugadores pasaban del centenar de partidos con la selección.

Sin duda ese es uno de los mayores capitales que tiene el conjunto que orienta Joachim Löw, que en Brasil aspira a coronar un trabajo que fue sobresaliente en Sudáfrica 2010, pero que no le alcanzó para avanzar hasta la final (cayó 1-0 en semifinales con España).

Este domingo, en el Maracaná, ante Argentina, los alemanes buscarán un título que es esquivo desde Italia 90, cuando precisamente vencieron 1-0 a la escuadra albiceleste con gol de Andreas Brehme, de pena máxima. Desde entonces perdieron la final de Corea y Japón 2002 ante Brasil; alcanzaron dos terceros lugares en 2006, donde actuó como local, y en Sudáfrica 2010, y fueron eliminados en cuartos de final de Estados Unidos 94 por Bulgaria (derrota 2-1) y Francia 98 por Croacia (perdieron 3-0) .

Varios de los integrantes de la selección alemana actual disputan en Brasil 2014 su tercer mundial, tales son los casos de su capitán Philipp Lahm, Klose, Bastian Schweinsteiger y Lukas Podolski. Otros hicieron parte del equipo que deslumbró hace cuatro años en Sudáfrica: Mesut Özil, Manuel Neuer, Khedira, Thomas Müeller, Jerome Boateng, Toni Kroos y Peter Mertesacker. A esta pléyade de buenos jugadores se han sumado Mats Hummels, Andre Schuerrle y Mario Goetze, que le han dado a Alemania una aureola de equipo casi imbatible.

La forma como despedazó a Brasil el martes en Belo Horizonte es muestra clara del poderío germano. La continuidad en el trabajo ha logrado que este equipo juegue casi de memoria y con una voracidad y una contundencia ofensiva que no conoce límites.

Por el otro lado, está una Argentina que depende mucho de lo que pueda hacer Lionel Messi. Cuando el astro del Barcelona no tiene las luces prendidas el equipo también se ve apagado. Eso sí, tiene unas ganas y un amor propio a toda prueba. Ha tenido complicaciones en casi todos los partidos: le ganó con apuros a Bosnia Herzegovina, Irán, Nigeria, Suiza y Bélgica y avanzó a la final ante Holanda por la vía de los penales.

Pero tienen a Messi, el mejor jugador del mundo, lo cual constituye un arma poderosa. Cada vez que La Pulga aparece es determinante. Lo demostró en los últimos minutos contra Irán al marcar el gol que le dio la victoria a la escuadra albiceleste y cuando ya estaba por concluir el segundo tiempo suplementario del juego en octavos de final ante Suiza al colocar el pase para el gol de Ángel Di María, a quien recuperará para la final.

Contra Holanda no brilló, pero hubo otros jugadores que asumieron el papel protagónico como el arquero Sergio Romero, que paró dos tiros en la definición desde el punto penal y Javier Mascherano, que sobre el final del segundo tiempo evitó lo que era un gol cantado de Arjen Robben.

Sin los nombres rimbombantes que exhibió en mundiales anteriores, con un Demichelis discutido por la gente, con un Kun Agüero que no está en plenitud de condiciones, con un Higuaín y un Lavezzi poco efectivos, con un equipo menos vistoso que los de Passarella, Basile, Bielsa o Pékerman, la Argentina de Sabella logró llegar a la final. No se sabe si le aguantará el ritmo a Alemania, lo que sí es seguro es que saldrá a flote ese espíritu combativo y de no declinar nunca que le ha alcanzado para llegar a la última instancia.

Este domingo, en el Maracaná, Argentina tendrá la posibilidad de cobrar revancha de aquella dolorosa derrota y de prolongar la fiesta que tienen armada en tierras brasileñas.