Humor irreverente, romanticismo y frescura fueron las claves del éxito de Hombres G y del descomunal fenómeno fan que desencadenaron a mediados de los años 80 en España y Latinoamérica, pero también del desprecio de parte de una crítica -eminentemente masculina- a la que el tiempo no ha dado la razón.
De todo eso y mucho más hablan David Summers y los suyos en Nunca hemos sido los guapos del barrio, una nueva biografía que acaban de publicar en la que repasan sus 37 años de trayectoria, con más de 20 millones de álbumes vendidos, desde sus comienzos como banda punk hasta su última gira de Resurrección, interrumpida por la Covid-19.
En una escena musical marcada por la experimentación de la movida madrileña, la mayor transgresión de Hombres G fue ir por la libertad, tratar de ser fieles a sí mismos y pasarlo bien, sin miedo a alternar canciones con ritmo de ska y letras delirantes o políticamente incorrectas con baladas románticas a pecho descubierto.
En los últimos años les ha llegado el reconocimiento en forma de premios como el Grammy honorífico y una Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes y la alegría de comprobar que siguen llenando auditorios, mientras preparan ya lo que será su próximo disco.
Estos son algunos de los momentos clave y anécdotas que evocan en el libro, editado por Plaza & Janés y escrito por el periodista Javier León Herrera.
Imitando a Sex Pistols
El punk fue clave en la formación de Hombres G con su filosofía del 'hazlo sencillo y a tu manera'. David Summers, que por entonces tocaba el clarinete, cambió de rumbo tras ver la película The Great Rock and Roll Swindle (1980) sobre los Sex Pistols.
Junto a su amigo de infancia Javi Molina (batería) y un punki llamado Pepe formaron el grupo Los Residuos, al que pronto se uniría Dani Mezquita (guitarra). Tocaron por primera vez en la facultad de Industriales de la Complutense junto a Alaska y los Pegamoides. En el libro recuerdan aquellas actuaciones más por los escupitajos a diestra y siniestra y el desmadre total que por la música.
SOPA DE AMOR. Un día se enteraron de que en el programa Aplauso del canal público, TVE, buscaban músicos para grabar un playback de una actuación de Carmen y Antonio, los hijos de Rocío Dúrcal. Pagaban 5.000 pesetas.
Ahí se presentaron y fue así como conocieron al que acabaría siendo el cuarto integrante de los Hombres G, el guitarrista solista Rafa Gutiérrez.
La huella del cine
Los cuatro integrantes del grupo eran apasionados de la música. Escuchaban desde los Sex Pistols a los Beatles, de Squeeze y Police a Jackson Browne y Carole King, de Bruce Springsteen a Deep Purple o Pink Floyd, pasando por la música de orquesta de Benny Goodman o Glenn Miller.
Summers era además cinéfilo por herencia paterna y esa impronta quedó reflejada en su nombre. Primero se pusieron Los Bonitos Redford, pero a nadie le convencía y vino lo de los Hombres G por la película de James Cagney G-Men (1935).
Conciertos en rock-ola
Para su primer sencillo, publicado en 1983, la apuesta del grupo era una canción llamada Milagro en el Congo. Dos días antes de entrar en el estudio, Summers compuso otra para la cara B sin muchas pretensiones. Se llamaba Venezia, inspirada en una película de James Bond, y le ayudó con la letra una novia medio italiana que tenía por entonces.
Solo cuatro años después se estrenó la película parcialmente autobiográfica de Sufre Mamón (1987), donde Marta Madruga, ya por entonces pareja en la vida real de David Summers, interpretaba a la novia del cantante, la que 'se fue con un niño pijo' y encendió los odios de media España adolescente.
Pero la protagonista real de aquel episodio se llamaba Inmaculada y fue el primer amor de David Summers a los 16 años. 'Yo me iba haciendo cada vez más punk y ella cada vez más pija, hasta que me dejó por otro pijín', recuerda en el libro.
Antes de dar uno de sus primeros conciertos en la mítica sala madrileña Rock-Ola, Summers se enteró de que Macu iba a estar ahí con su nuevo novio, así que se fue corriendo a casa y compuso la canción para tocarla en sus narices. 'La escribí exclusivamente para ese día, lo único que quería era mandar a la mierda al tío que me había robado a la novia', recuerda.
El año en que cambió todo
Tras llamar sin éxito a las puertas de todas las multinacionales, Paco Martín les ofreció publicar su primer disco en un sello nuevo, Twins, que salió a la venta el 11 de marzo 1985.
A partir de ahí todo empezó a ir muy rápido, pero el día que recuerdan como el principio del resto de su vida fue el 1 de junio de 1985, un concierto en la Sala Astoria de Madrid al que llegaron por los pelos y de resaca, y donde se encontraron por sorpresa con una marabunta que coreaba todas sus canciones. Ese verano hicieron más de 60 conciertos y en octubre ya eran disco de oro.
Fenómeno fan
Desde el principio los conciertos de Hombres G se llenaban sobre todo de adolescentes enloquecidas que les tiraban sujetadores al escenario, cuando no trepaban ellas mismas hasta el punto de tener que intervenir los antidisturbios en alguna ocasión.
Les perseguían allá donde iban, recibían avalanchas de llamadas a todas horas. Summers les dedicó la famosa canción 'El ataque de las chicas cocodrilo'. Y si el fenómeno fue fuerte en España, en Latinoamérica fue aún mayor, les llamaban los Beatles latinos.
Latinoamérica y el reencuentro. Por desgaste y agotamiento, el grupo se separó en 1993, pero durante años sus discos se siguieron vendiendo, especialmente en México, y en el 2001 empezó a cobrar fuerza la idea de volverse a unir para dar un concierto en ese país.
En 2002 se metieron de nuevo en un estudio y se embarcaron en una gira por América donde pudieron comprobar que seguían llenando grandes auditorios y colgando carteles de ‘no hay entradas’. Desde entonces han publicado cuatro álbumes más y pronto llegará el quinto.