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En Barranquilla son varios los eventos culturales que desde hace más de una década abren espacios para que creadores, artistas y autores de la región en el país y el mundo tengan encuentros directos con un público local o visitante. 

El Carnaval de las Artes cumplió en febrero pasado su decimocuarta edición; la Feria del Libro, Libraq, ha contado en sus dos versiones con una importante recepción de público; el Festival de Poesía PoeMaRio lleva 12 versiones trayendo poetas de todo el mundo; y antes de la cuarentena por la pandemia eran frecuentes las presentaciones de libros y las charlas entre autores, que hoy, algo huérfanas por la ausencia de ferias masivas, se citan a través de plataformas virtuales.

Pero, ¿aparte de la mera nota informativa, el flyer de presentación -y fuera del marco de los eventos del momento-, a dónde queda todo lo producido? Las creaciones que un día vemos publicadas suelen instalarse después de las ceremonias y los aplausos en el ninguneo o el olvido, sin que medie un registro crítico y ponderado que explique las piezas que solemos llamar obras de arte o literarias.