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Aunque la expresión condescendiente 'madre sólo hay una' se siga repitiendo con algunas variaciones en las campañas del Día de la Madre, lo cierto es que existen múltiples maternidades, tantas o más que madres en el mundo.

No sólo hay madres biológicas o adoptivas, también hay las abuelas, las tiranas, las disidentes, las madres-madres, madres-padres y madres-hijas, etcétera. Y ninguna representa el mismo papel en todo momento: transitan entre una y otra posibilidad; y la literatura, en la que abundan las madres (y maternidades), es patencia de eso.

En Agamenón, la obra de Esquilo representada por primera vez hacia el año 458 a. C., el jefe de los argivos es asesinado por su mujer, Clitemnestra, en venganza del sacrificio de Ifigenia, hija de ambos. ¿El motivo del sacrificio? Que las naves de su ejército guerrero regresaran a salvo de Troya.

Su mujer también mata a Casandra, amante de él, y lo hace acompañada de Egisto, amante suyo. Todo ello redunda para ella en una 'obra buena' que incluso aumenta 'los placeres del lecho'.

Cuando le dicen que será desterrada de la ciudad y odiada por su pueblo, ella replica: 'Nada echas en cara a este hombre, que ha sacrificado a su hija, sin cuidarse más de ella que de una oveja de las que abundan en los pastizales'.

Por otro lado, también en la literatura clásica griega, Medea es conocida por haber asesinado a sus hijos. De ella se ordena el destierro de Corinto para que su esposo Jasón se case con Glauce. La filicida pide un día más de plazo para marcharse del pueblo, tiempo que aprovecha para matar con veneno a la prometida, y acto seguido a sus propios hijos. Al preguntársele si se atreverá a matar a su 'simiente', ella responde: 'Sí, pues principalmente de esta manera mi esposo será mordido'.