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El disfraz de monocuco tiene algo que no tienen los demás disfraces del Carnaval de Barranquilla: sirve para preservar por completo el anonimato. A diferencia del Congo, el Garabato o el gorila, su cubierta colorida no deja saber si quien lo porta es un hombre, una mujer o una quimera, por lo que se presta para ‘vacilar’ o ‘mamar gallo’. '¡No me conoces, no me conoces!', gritan con voz impostada los monocucos a la gente en las calles durante las fiestas del Carnaval, ondeando su varita con la mano enguantada, sonando los cascabeles y amparándose en la holgura de las telas, el antifaz y el capuchón.

Justamente de un baile en torno a un monocuco nace la comparsa que trasladó a este disfraz de lo individual de las fiestas callejeras a lo colectivo de los desfiles: Los Auténticos Monocucos de Las Nieves, liderados por el barranquillero Roberto Guzmán. Según cuenta este, la idea de la comparsa surgió en 1995 como consecuencia de un 'comentario nostálgico' de su padre, Bernardo Guzmán, fundador en 1979 de la cumbiamba El Gallo Giro.

En aquellos años los carnavales funcionaban distinto. Su madre, María Eloisa Núñez de Guzmán, reina del barrio Las Nieves, obtuvo la corona tras recoger una suma de dinero superior a la de otras candidatas del barrio a quienes los habitantes apoyaban dándoles billetes de 100 o 50 pesos. La que recaudará más, era la elegida.

En la coronación María Eloisa bailaba rodeada de la comitiva y de un monocuco, mientras esperaban que Bernardo hiciera su aparición para coronarla. Al final, ella, sin verlo llegar, exclamó, enojada: '¡Que busquen a otro para que me ponga la corona porque ese señor Bernardo es un irresponsable!'. 

El monocuco se quitó el antifaz y ahí estaba: Bernardo, quien por poco recibe la puntada de un taconazo en la frente si no fuera porque lograron sujetar a la reina. 'De ahí comenzó el amor de ella con mi papá', dice Roberto.

No fue sino hasta 1995 que su padre le recordó esa anécdota, un miércoles de ceniza. Roberto, entonces capitán de El Gallo Giro —que más que fundar habían revivido juntos con su madre y hermanos con el beneplácito de los primeros dueños—, resolvió que hasta ese año lo acompañaría en la tradicional cumbiamba: 'El próximo te saco una comparsa de monocuco', le dijo a su padre. 

La inscripción definitiva llegaría a finales de octubre, una noche de disfraces en la que Roberto vio a unos niños vestidos de duendes y dijo que quería 'rescatar' el disfraz de monocuco. Al año siguiente —1996— desfilaron en el Carnaval con 36 parejas de monocucos y ganaron el primer Congo de Oro de los 18 que llevan en 24 años de recorrido.