Para Fernando Trueba, El olvido que seremos era una novela bella y conmovedora que sólo se obsequiaba a las personas que uno más quería. Un libro que leyó, que lo hizo llorar, y que luego regaló en distintas ocasiones e idiomas. Una carta de amor a un padre que no tenía forma de leerse en términos cinematográficos. 'No se puede, es imposible', decía Trueba.
El reconocido director de cine, ganador del Oscar a Mejor película de habla no inglesa con Belle Époque (1993), un clásico sobre una España dorada que no fue, había recibido en 2016 una carta de su amigo, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, quien le proponía adaptar al cine aquella novela que tanto le había quedado dentro —en el cuerpo y en el espíritu—. Al principio Trueba se negó y pensó: 'estáis loco'.
'Incluso me pidieron volver a leerla y lo hice y dije ‘definitivamente no se puede', recuerda el cineasta, quien pronto anunciará fecha de proyección de la película El olvido que seremos, basada en la historia de Héctor Abad Gómez, un médico y activista en pro de los derechos humanos que fue asesinado en 1987 en Medellín, y cuyas memorias fueron reveladas por su hijo con la ilusión de hacerlo 'tan real como un personaje ficticio'.
Si bien Trueba ha sabido cómo retratar la joie de vivre en películas como El artista y la modelo (2012), La niña de tus ojos (1998), o El año de las luces (1986), entre otras, intentar hacerlo sobre una historia llena de verdad subjetiva, de alegría real (porque el cine es una mentira), era apenas una de las razones para resguardarse en la 'cobardía' que reconoce tiene antes de enfrentarse a una película.
'El libro es su verdad, no es una novela policiaca o de ficción. Es la historia de alguien que cuenta los recuerdos de su padre, su afecto y cómo lo hace un ser humano más libre y pensante. Todo es verdad y en cambio las películas, todas, son mentiras (…) En cine aparece Marlon Brando con una túnica diciendo que es Marco Antonio. Es lo contrario, la mentira institucionalizada, contada de una manera maravillosa que a veces acaba convirtiéndose en verdad', dijo Trueba en una conversación con Abad Faciolince en el marco de la decimoquinta edición del Hay Festival Cartagena.
Antes, Trueba había ofrecido una rueda de prensa en la que también explicaba por qué y cómo reinterpretó uno de los libros más leídos en Iberoamérica en lo trascurrido de este siglo. Además del paso a la imagen móvil, a Trueba le preocupaba la dificultad de narrar el paso del tiempo con detalle milimétrico. 'En la novela tu puedes contar cuando un personaje tiene tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho años, pero en el cine es muy complejo'.
Pese a eso, Trueba era consiente también de que una película es otro texto, que tiene otra textura, otro objeto y se ve de otra forma. Las nuevas lecturas de la novela, la adaptación del guión que hizo su hermano, el guionista David Trueba, y los sueños recurrentes que el director comenzó a tener con ella, cuenta, lo llevaron hacia ese ángulo cinematográfico que quería descubrir.
'Yo sueño mucho. El ayudante de producción me preguntaba todos los días ¿qué has soñado? Cada día he soñado sobre el rodaje, lo cual es asombroso y no me había pasado nunca. Soñaba un plano claramente y lo hacía, así como otro día soñaba que no sabía cómo hacer con una escena', contó Trueba.
De ahí que el rodaje de El olvido que seremos, aunque no fuera precisamente un 'paseo por el campo', se convirtiera en 'el rodaje más feliz' según Trueba. Fueron diez semanas de grabaciones en Colombia, entre Medellín y Bogotá, con un elenco protagonizado por el actor español Javier Cámara (‘Truman’, 2015), los colombianos Patricia Tamayo y Juan Pablo Urrego, así como por Laura Londoño, Nicolás Reyes y Luciana Echeverry.
Tanto para Trueba como para Abad, Héctor Abad Gómez debía ser interpretado por un actor con aquella alegría genuina y amor natural por la vida porque 'él tenía una sonrisa, una carcajada, que en las imágenes se sale de las fotografías'. Eso, coincidieron, encontraban en Javier Cámara, cuyo reto fue conseguir un acento que no es el acento colombiano o paisa, sino el acento de Abad Gómez.
'Lo que Javier hace en la película es tan bueno que a veces me confundo y no sé si en los carteles [que aparecen en la cinta] está mi padre o Javier Cámara', contó Abad Faciolince.
Pero esa elección, la de Cámara, fue apenas una de las pocas decisiones en las que intervino el escritor. De resto, dijeron durante el conversatorio, Trueba tuvo 'plena libertad' sobre El olvido que seremos; tanto así que su condición para realizarla fue contar con el compositor polaco Zbigniew Preisner, reconocido por sus trabajos en Tres colores: Azul, con Krzysztof Kieślowski.
'Quería música que viene de adentro', dijo Trueba, quien espera, así como ocurre con el libro, que la película pueda ser un regalo para ver con seres queridos.
'No es competir con el libro', aclara el director, que no busca imponer su experiencia sobre las memorias de Abad Faciolince sino encontrar en ellas nuevos textos, aunque eso implique equivocarse en cada plano, escena o decisión.
'Ser director de cine es un acto de una imprudencia temeraria: ¿quién te crees que eres para creer que puedes hacer una buena película, manejar un presupuesto, un equipo tan grande y llevarlo por un camino?', se preguntó Trueba. 'Un engreído o un idiota', respondió