Santiago Gamboa se interna en la Colombia profunda, en un país después del conflicto armado, pero con otros conflictos que siguen convirtiendo el aire, tal como este escritor ha dicho, en un 'tejido de centellas y fogonazos'.
Será larga la noche, la nueva obra del autor colombiano publicada por Alfaguara, es un thriller salpicado de humor que simula un poco la naturaleza de la novela negra, excepto porque quien investiga un suceso misterioso no es un detective, sino una periodista en compañía de una ex integrante de las Farc, 'una especie de detectives sin pistola', según Gamboa.
En esta historia, un niño indígena aparece como el único testigo de un brutal enfrentamiento en una carretera perdida en el departamento del Cauca. Nadie en el pueblo más cercano dice haber oído nada, pero una denuncia anónima llega a manos del fiscal Jutsiñamuy, en Bogotá.
Es entonces cuando la periodista Julieta Lezama y su asistente, la exguerrillera Johana, se dan la tarea de remover todo lo que encuentren para revelar qué ocurrió de verdad, una investigación que 'terminará por hallar unos culpables inesperados, tan peligrosos como los más', tal como se reseña en la contraportada de la novela.
'Eso pasa cada día en Colombia, aquí todavía no sabemos quién fue', cuestionó Gamboa, quien presentó el miércoles Será larga la noche en La Cueva en Barranquilla, una conversación que sostuvo con Marco Schwartz, director de EL HERALDO.
Gamboa, también autor de Perder es cuestión de método (1997) y El síndrome de Ulises (2005), se refirió al el tema que atraviesa este thriller: la 'cada vez más peligrosa' intervención de la iglesia evangélica en la vida política, que, según dijo, guarda 'muchos matices negativos que ponen en jaque la democracia'.
'Las iglesias evangélicas se proyectaron como algo muy complicado desde el plebiscito (sobre los acuerdos de paz de Colombia). Movilizaron un millón de votos y su fuerza en la democracia es cada vez más peligrosa', dijo Gamboa, refiriéndose a cómo es usado el poder que tiene la religión en sus feligreses y no a la fe que promueve en sus fieles. De ahí que Gamboa reflexione sobre las carencias del país y la orfandad producto de la ausencia del Estado.
'Somos una república muy joven y no hemos construido un concepto de nacionalidad que suponga una protección para nosotros. Pongo el ejemplo de las viejas naciones como Francia, cuyo Estado, desde el punto de vista arquetípico, cumple un papel de padre que limita y castiga, pero que también protege, y que además es un proveedor. Acá no hay eso, un niño que queda huérfano es doble huérfano'.
Es ahí donde entra la iglesia, puntualizó el escritor, 'a suplantar lo que debería ser labor del Estado'.
'¿Qué les queda? esa otra posibilidad, esa otra mano que les acaricia la cabeza y que les dice que sí tienen un padre, pero que no lo ven porque está en el cielo', explicó Gamboa.
Schwartz, por su parte, destacó lo 'atrapante' que resulta la historia para el lector y lo importante de que una novela sirva para los archivos de los historiadores del futuro.
'Las buenas novelas no pueden ser ejercicios casi que de diseño literario. Deben partir de la realidad y de contextos. Este libro nace de la Colombia de hoy', dijo Schwartz.
El autor
Santiago Gamboa es autor de ‘Páginas de vuelta’ (1995), ‘Perder es cuestión de método’ (1997), ‘Tragedia del hombre que amaba en los aeropuertos’ (1999), ‘Vida feliz de un joven llamado Esteban’ (2000), ‘Los impostores’ (2001), ‘Octubre en Pekín’ (2002), ‘El cerco de Bogotá’ (2004), ‘El síndrome de Ulises’, ‘Hotel Pekín’ (2008) y ‘Necrópolis’ (2009).