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Picasso todavía no fue completamente descifrado, según una nueva muestra en París sobre su periodo más enigmático, cuando se consideraba un 'ilusionista', inventando las expresivas bocas abiertas y los ojos en almendra que poblarían más adelante el Guernica.

'Conocemos muy bien el periodo Picasso cubista, clásico, erótico, del minotauro, de la posguerra (...) Pero esta época había quedado un poco olvidada porque es muy enigmática', afirma Emilie Bouvard, comisaria de la exposición en el museo que lleva el nombre del artista español.

La muestra reúne 152 pinturas creadas entre 1926 y 1930 y lleva por nombre ‘Picasso, cuadros mágicos’, adjetivo con el que el crítico de arte Christian Zervos definió en 1938 las obras creadas en ese periodo, habitadas por figuras extrañas, radicales, en continua metamorfosis.

En verano de 1926, Picasso acababa de ser objeto de una gran retrospectiva en una galería parisina. Se instaló en una villa en Juan Les Pins, en la Costa Azul francesa, junto a su esposa Olga y su hijo Paul. Meses después conocería a la que sería su amante y musa, Marie-Thérèse Walter.

El malagueño (1881-1973) 'se hallaba en un punto muerto, había hecho la exposición, pintado sus obras de danza, las guitarras (...) En ese momento, trató de reinventar un nuevo lenguaje, que dio lugar al Picasso que conocemos tan bien', según Bouvard.

En ese proceso creativo, buscó reencontrar 'las raíces de su lenguaje plástico, la invención de un sistema de signos para describir las partes del cuerpo, el retorno al cubismo y al arte extra-occidental', agregó la comisaria, apuntando que Picasso se empezó a interesar también por el psicoanálisis y las pulsiones.