El escritor italiano Andrea Camilleri, fallecido este miércoles a los 93 años, fue protagonista de un verdadero fenómeno editorial al conquistar a los lectores con el comisario Salvo Montalbano y sus intrigas ambientadas en una hipotética Sicilia.
Nacido en Porto Empedocle, Sicilia, el 6 de septiembre de 1925, Camilleri alcanzó un espectacular éxito internacional con las novelas policiales del comisario de Vigata, una pequeña ciudad siciliana imaginaria.
Con Montalbano, nombre elegido en homenaje al escritor español Manuel Vázquez Montalbán, se convirtió en uno de los escritores de mayor éxito en Italia y su personaje protagoniza aún una popular serie de televisión, supervisada por su creador y distribuida en muchos países, en particular en América Latina.
La fama la alcanzó en 1998 a la venerable edad de 73 años, tras haber sido guionista para televisión, director teatral y profesor de arte dramático.
'¡A los 73 años no cambia nada!', reconocía Camilleri, quien residió por más de cincuenta años con su mujer en una modesta residencia de Roma.
El ‘fenómeno Camilleri’, que ha suscitado estudios, tesis y ensayos, en parte se debió a la personalidad excéntrica del escritor, su incansable producción, su sorprendente cultura y su manera de llevar la fama.
Alérgico a escribir sobre la mafia, emblema de su isla, Camilleri se definió siempre como un hombre de izquierdas y su visión política estaba implícita en todas sus obras.
'No me lamento. He tenido suerte en la vida. Me he ganado el pan haciendo lo que me gusta hacer', reconoció en una entrevista radial hace un mes.
Con más de 100 títulos en su haber y 30 millones de ejemplares vendidos, su obra está impregnada de la compleja y refinada mentalidad siciliana como ocurre a otros renombrados escritores de su región, entre ellos Leonardo Sciacia, Giuseppe Tomassi di Lampedusa y el nobel Luigi Pirandello.
Con el fallecido escritor Vázquez Montalbán mantuvo una envidiable amistad alimentada por la misma visión política.
Su brillante capacidad para jugar con la lengua fue el secreto de su escritura, llena de humor, con la que logró desdramatizar situaciones, bromear y contar muertes, fechorías, trampas, amor y sexo.
Fue traducido en medio mundo, desde francés, inglés, alemán y portugués, pasando por japonés y finlandés, entre otros idiomas.