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A un día de la exhibición, en las paredes blancas solo se distinguían líneas perfectamente rectas en distintas direcciones, hilos sobre algunas de ellas y rectángulos de colores fuertes. La obra estaba casi completa, pero al verla así, la imaginación común resulta ajena a esa ventana hacia los sentidos que creó la artista bogotana Mónika Bravo en un complejo proceso creativo, que llega esta noche por primera vez a Barranquilla, en el Museo de Arte Moderno (Mamb). 

En un amplio recorrido de exhibiciones en museos y galerías nacionales e internacionales, el trabajo de Bravo, difícil de entender pero fácil de apreciar, incorpora los nuevos alcances de la pintura a partir de los avances tecnológicos; sus piezas, por tanto, son una combinación de color, formas y elementos audiovisuales.

En esta ocasión, desde Nueva York, donde reside hace más de 10 años, la bogotana se trasladó para dar a conocer, en vivo y en directo, una obra experimental que explora la partitura musical, los significados de lo absoluto en la fe cristiana, una 'autobiografía' de sus momentos de inspiración, entre otros aspectos. La obra reúne, bajo el mismo nombre, dos intervenciones distintas realizadas paralelamente.

'Decidí titular a la obra Victoria sobre el Sol, nombre que recibe una ópera futurista creada en 1913 por poetas rusos, que incluye una obra del pintor Kazimir Malévich; porque una de las instalaciones está inspirada en él y la otra tiene que ver con anotaciones musicales. Fue perfecta para unir dos ideas que suceden durante la obra', explicó Bravo.

Primer piso. Parte de la instalación con la que Bravo participó en la Bienal de Venecia el año pasado, en representación de la ciudad del Vaticano en el Pabellón de la Santa Sede, podrá ser observada en el primer piso del museo. Esa ha sido de las participaciones más importantes de la artista, en la que tuvo que seleccionar un pasaje del prólogo del Evangelio de San Juan como base de la obra. 'En el principio era el verbo, y el verbo era con Dios, y el verbo era Dios'. Esa fue la cita que utilizó para representar la abstracción de lo absoluto.

'Cuando miré la traducción del pasaje que venía del griego, me di cuenta que había errores. Ahí pensé que es una falla que la idea de algo tan complejo como la divinidad pueda tener problemas de significado'. Así, decidió ir a la Historia del Arte para entender desde qué punto se empieza a hacer la abstracción, 'porque para mí lo sublime viene de una idea muy abstracta que no se puede expresar en una forma de carne, como quiere insinuar la iglesia; entonces hice una referencia con la obra del pintor ruso Malévich', indicó la artista.

En la habitación, de una pared verde sobrepuesta frente a una de color naranja, se ubica un televisor que emite unas imágenes que referencian la obra del pintor, y sobre este un vidrio proyecta en griego las palabras del evangelio. De esta forma, la artista ofrece diferentes perspectivas para que los espectadores reflexionen sobre lo que significa para ellos la divinidad.

Segundo piso. Del lenguaje que crea la artista en su cabeza con lo que siente mientras escucha música, realiza unos dibujos a escala que, posteriormente, son pintados en la pared y digitalizados para diseñar animaciones que se proyecta en las superficies del salón. En el segundo piso del museo se presenta esa intervención en el espacio para 'expandir el dibujo más allá del papel'.

'Son partituras emocionales las que yo estoy creando. Yo escucho, creo el lenguaje, y hago los dibujos que se adaptan a los límites del espacio donde se van a presentar. Yo también improviso mucho, decido dónde van los hilos sobre las líneas en el lugar, no es predeterminado; es como hacer otra versión. Entonces tiene que ver mucho con el lenguaje musical', expresó Bravo.

En definitiva, la obra, que desde esta noche está abierta al público de forma gratuita, es una compleja instalación que abre una ventana hacia una experiencia sensorial, que solo tiene la posibilidad de entender quien se anime a visitarla. Estará disponible hasta el 25 de junio.