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Miles de personas presenciaron ayer en Leicester la procesión de un rey muerto hace más de cinco siglos, Ricardo III (1452-1485), cuyos restos fueron hallados en esta ciudad del centro de Inglaterra en 2012.

El sencillo féretro de madera donde descansan los huesos del monarca efectuó así su último viaje hacia la catedral de Leicester, templo donde se les dará sepultura dentro de cuatro días en una ceremonia que resaltará su importancia en la historia de ese país. De alguna manera, el Reino Unido quiere darle un entierro más apropiado que el que tuvo tras su muerte y, sobre todo, un lugar de reposo más digno que el subsuelo del aparcamiento municipal donde fue encontrado hace tres años.

Así, el rey descansará 530 años después de aquel 22 de agosto de 1485, cuando a lomo de un caballo blanco, lidera a cerca de 10.000 soldados que se enfrentan al ejército de unos 5.000 hombres que había reunido Enrique Tudor, futuro Enrique VII.

Tras hallarse los restos, las pruebas que los compararon con el ADN de los descendientes de la hermana mayor del monarca confirmaron la identidad de Ricardo III, cuya muerte significó el fin de la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485). William Shakespeare lo recreó con la exclamación 'Mi reino por un caballo'.