En unas 400 hectáreas se extiende el punto de excavación de la mina El Alacrán, territorio rico en minerales donde las piedras esconden vetas de oro, que en un abrir y cerrar de ojos pueden hacer millonario a cualquiera que tenga la fortuna de encontrarlas.
En más de cuatro décadas centenares de familias se han instalado en esta selvática y húmeda región para probar fortuna.
El Alacrán en realidad es una vereda del corregimiento San Juan, a 20 kilómetros de Puerto Libertador, por vía destapada. A pesar de la carencia de escuelas, centros de salud y otras comodidades urbanas, entre la manigua se instalaron unas 300 familias que suman alrededor de 1.200 personas, de las cuales, por lo menos, 600 son menores de edad.
Es un territorio rural tradicionalmente agropecuario, que ha vivido una expansión de la actividad minera.
Por un lado de la mano de pequeñas explotaciones artesanales, que han ido adquiriendo cierto grado de mecanización en la extracción del oro; y, por otro, a través de grandes explotaciones mineras a cielo abierto.
Durante siglos la fértil zona del San Jorge ha conservado en sus entrañas las ‘pepitas’ doradas, causantes de la fiebre del oro que atrajo a los españoles durante la Colonia. Desde entonces ha sido disputada por diversos actores criollos, y ahora es operada por una minera canadiense.