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Tomás Ojeda, quien fuera el segundo comandante del frente 58 de las Farc en el Nudo del Paramillo, confirmó que este fin de semana más de 60 excombatientes que permanecían en el punto transitorio de Gallo, en zona rural de Tierralta, abandonaron el lugar y se apostaron en una amplia zona del Urabá Antioqueño, cerca de una finca llamada la Fortuna, en jurisdicción de Chigorodó.

En Gallo solo quedaron ocho excombatientes, quienes se encargarán de seguir coordinando las acciones que desarrolle el Estado para el tema de la reincorporación.

'Todo obedece a las pocas condiciones en ese espacio territorial, para lo que tenía que ver con la reincorporación, no fue adecuado el espacio como había demandado los acuerdos, además, existe un impedimento jurídico y constitucional, a partir de la Ley Segunda que impide desarrollar proyectos productivos en esa zona del Paramillo', precisó Ojeda.

Agregó el segundo ex comandante del frente 58 que tampoco tenían las garantías de abastecimiento de alimentos y de combustible para este mes de octubre, sumado a la falta de condiciones climáticas para el tema de la nivelación académica en una escuela sin servicio de agua y de energía.

'Todas esas situaciones fueron imposibilitando y decidimos desde la dirección política del espacio territorial, en coordinación con la dirección nacional, trasladarnos a la zona del Urabá Antioqueño', sostuvo Ojeda, quien señaló que la decisión de abandonar 'fue unilateral'.

Seguridad

Entre tanto el comandante del Departamento de Policía Córdoba, coronel Marcelo Russi Cárdenas, dijo que la institución ofreció la seguridad a los excombatientes de las Farc en un trayecto que se recorrió caminando hasta la zona del Urabá.

'Les dimos la seguridad en el desplazamiento, no teníamos conocimiento de que se fueran a ir, entendemos que por varias circunstancias en el Nudo del Paramillo, donde permanecemos junto con el Ejército', precisó el oficial.

El coronel confirmó además que en Gallo quedaron, por parte de los ex miembros de las Farc, cinco personas adultas y dos menores y aclaró que una vez Gallo dejó de ser zona veredal en agosto, para convertirse en espacio territorial de reincorporación, los exguerrilleros tienen la libertad de desplazarse, entrar o salir.

Polémica

Según Andrés Chica, defensor de derechos humanos y coordinador de la Fundación Social Córdoba Controversial, con la finalización del proceso de extracción de las armas desde los contenedores y con la modificación de zonas veredales a espacios territoriales de capacitación, los excombatientes se pueden mover hacia donde lo deseen, previa certificación de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, 'por decirlo de alguna manera los salvoconductos de que no tienen problema con la justicia'.

Explica Chica que quienes tienen problema con la justicia debían ser conducidos por la fuerza pública hacia el sitio donde decidan continuar con la reincorporación a la vida civil.

Para Luis Fernando Trejos, profesor e investigador de Ciencia Política de la Universidad del Norte, la situación de movilización se debió dar de manera concertada y cumpliendo lo establecido.

'Quedamos a la buena fe con el grupo guerrillero en que se presentaran a la JEP si son requeridos', señala Trejo.

La zona no servía

Según el académico la zona de Gallo estuvo mal elegido desde el principio debido a que está ubicado en un Parque Nacional. 'Allí no se podía dar la normalización porque ese suelo no puede darse con fines productivos'.

Otro de los factores que se le suman a la zona está relacionado con la presencia de cultivos ilícitos y miembros del ‘Clan del Golfo’. Esas dos situaciones, según Trejos, suponen 'una amenaza' para que se dé un proceso exitoso de normalización.

'Esos terrenos no son de las Farc, ellos no tienen propiedad de los suelos y desde esa óptica se da la posibilidad de la movilización. La salida podría encajar en el marco de lo legal, debido a los factores en los que el grupo se encontraba', precisó Trejos.

A la zona de campamento en Gallo habían arribado desde hace siete meses, 120 miembros de las Farc, quienes, después de la dejación de armas se quedaron a la espera de los proyectos que los conducirían a la civilidad.