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El estiércol de marrano que obliga a caminar sin levantar la vista del suelo en el callejón el Púlpito de Arache, certifica que este corregimiento, devoto de Santa Lucía y de San Roque, ha tenido quizás la mayor población de la especie en Córdoba como arraigo cultural y estilo de ahorro.

Arache, corregimiento del municipio de Chimá, a dos horas y media de Montería y colindante con la moribunda ciénaga Grande, salió del anonimato nacional por culpa de un foco de peste porcina clásica, cuyas drásticas consecuencias han afectado la economía de todos los hogares, unos 2.800, aproximadamente.

'Aquí nunca se había vistió esto, van más de 5 mil cerdos muertos desde noviembre, a mi vecino Miguel Muñoz, por ejemplo, se le han muerto más de cien y a mí 50, prácticamente esto se acabó', relata con actitud de desilusión, Anselmo Ortega, veterano de pantalón arremangado en señal de buen labriego.

Con sobrado conocimiento de causa Anselmo describe que al animal, primero se le enferman los ojos, y después 'se vuelve como loco porque la cabeza parece que se le inflamara'.

No está muy lejos de acertar con la sintomatología que puntualiza el médico veterinario Luis Gómez: 'los animales presentan fiebre alta, fallas en diferentes órganos, los cuales los conllevan a la muerte, es un problema de salud pública'.

A pocas cuadras de Anselmo, Edilberto Yánez señala las rudimentarias porquerizas de su suegro Juan Borja, completamente vacías porque los 45 marranos que servían de 'caja fuerte' para compensar las necesidades de la casa, se murieron uno a uno.

'Los cerdos eran el ahorro para los estudios, para la comida. Esa es la única fuente de trabajo que tenemos los habitantes de esta población, incluso, el pescado de la ciénaga también se acabó', narra Edilberto, padre de tres bachilleres, Juan Carlos, Óscar y Katherine, quienes esperan la oportunidad de poder hacer una carrera técnica o superior.

Con la nobleza campesina que caracteriza a los del bajo Sinú, Jorge Humánez, detiene la recua de cerdos que caminan delante suyo para narrar que desde noviembre del año pasado se le han muerto en su patio 32 animales.

'¿A quién le pedimos ayuda?, ese era el ahorro para comer y para ayudar a los nietos con gastos del colegio', sostiene tras proseguir su marcha hacia la ciénaga.

Doris Mañosca insiste enseñar su patio desolado por la pérdida de 40 de sus cerdos. Ahora solo le quedan ocho que también empiezan a mostrar asomos de la enfermedad.

En las comunidades del bajo Sinú el cerdo es la alcancía familiar, fenómeno cultural que incluso se presenta en las cabeceras municipales, como estrategia de ahorro para venderlos cuando llegue la época en la que hay que comprar útiles, uniformes, pagar cuotas bancarias y/o matrículas.

El Alcalde de Chimá, Juan Custode, aprueba como nativo el modelo campesino de esa subregión, que tiene a la ciénaga Grande como mejor aliada para el pastoreo no solo de cerdo, sino de animales de corral, incluso bovinos.

'Nos preocupa el problema social que empieza a derivarse de esta muerte reiterada de cerdos, porque muchas familias han quedado sin el ahorro para los compromisos que tenían pendientes', sostuvo Custode.

¿EXAGERAN LOS CAMPESINOS?

Las cifras de animales muertos confrontan a los campesinos, que hablan de unos 4 mil en el último año, y al ICA, que asegura que la mortalidad no es significativa.

'Pudo haber también, en algún momento, exageración en la notificación, creyendo que esos cerdos reportados como muertos se van a pagar, eso pudo haber hecho que se inflara la cifra, pensando en una compensación económica. Esa mortalidad que nos reportan desde hace un año, uno no sabe si fue por peste o por otra enfermedad, porque, lo que tenemos de mortalidad por peste es lo que hemos encontrado en los focos (35 casos), donde las pruebas nos han dado positivo', precisó el director regional del ICA en Córdoba, Eugenio Herazo.

La estrategia del ICA, en coordinación con la Asociación Colombiana de Porcicultores, consiste en controlar el foco con vacunación, pero empezando por los alrededores del área que fue declarada en cuarentena hace dos semanas, para 'blindar' los límites del corregimiento y evitar que la enfermedad salga de esa jurisdicción. La cuarentena consiste en no permitir el transporte de esa especie, mucho menos el consumo, mientras se controla el foco.

De allí que los nativos y visitantes deban detenerse obligatoriamente en dos retenes ambientales que permanecen en los accesos a la población, primero, para verificar que no se transporten cerdos y segundo, para fumigar los vehículos con Virkons (desinfectante contra microorganismos en explotaciones avícolas, porcícolas y ganaderas). El fin es higienizar el área para que la situación no se salga de control.

'En eso estamos trabajando y es posible que se nos presenten más notificaciones en esa zona', precisó el director del ICA en Córdoba.

UN SEGUNDO FOCO

La autoridad sanitaria realiza las pruebas correspondientes para comprobar un segundo foco de peste porcina clásica en la vereda Rodeito, Lorica, y que también es ribereña a la Ciénaga Grande, 'el patio' de los campesinos para que sus animales pastoreen.

'Estamos esperando el resultado oficial de laboratorio, pero seguimos haciendo las labores de control y vigilancia en toda esa zona', indicó el funcionario.

EL CONSUMO DE LA CARNE

Por ahora el ICA recomienda no comprar carne de cerdo, por lo menos en esa subregión, adquirida en los expendios de corredores o andenes, como precaución para no correr el riesgo de consumir la carne de un animal muerto por peste porcina clásica.

'Lo mejor es adquirir ese tipo de carne en los puntos autorizados, con licencias de funcionamiento, pero es deber de las autoridades locales de salud, hacer ese tipo de controles. Cuando la gente se arriesga a comprar cerdo en la calle, expuestos sobre las vías, no se tiene una certeza de dónde viene, de cuál es su origen y estado sanitario. Se puede estar consumiendo no solo animales con peste orcina, sino con cualquier otra enfermedad', sugirió el director del ICA.

Dijo que no se conocen por el momento peste porcina en personas, incluso estudios especializados indican que el humano no es susceptible a ese tipo de virus.

Quizá por eso, Anselmo el del pantalón arregazado se abstiene de sacrificar uno cada semana para vender la carne en el pueblo como método de recaudo para los gastos básicos de la casa.