Reconocido oficialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un síndrome, el burnout no solo afecta el desempeño profesional, sino también la calidad de vida y el bienestar general.
En América Latina, esta crisis es especialmente alarmante. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el estrés crónico afecta al 60% de los trabajadores en el mundo, pero en nuestra región, factores como la presión económica, la falta de políticas laborales efectivas y la cultura de glorificar el trabajo excesivo agravan aún más el problema.
“El burnout no es solo cansancio; es una señal de que hemos llegado al límite emocional y físico,” explica Luciano Jaramillo, COO de Selia. “Es el resultado de vivir en un sistema que nos lleva a vivir de tal forma que los límites entre el trabajo, el descanso y la vida personal quedan completamente desdibujados”
Las raíces de la crisis del burnout
Uno de los factores principales detrás del burnout es la cultura del hustle (vivir de prisa). En un entorno donde el éxito se mide por la cantidad de horas invertidas, frases como “El éxito nunca descansa” o “Si no eres el primero, eres el último” han normalizado el agotamiento como un precio inevitable del crecimiento personal y profesional y refuerza la idea de que el descanso es un lujo, no una necesidad.
El trabajo remoto también ha jugado un papel importante. Aunque ha brindado flexibilidad, ha desdibujado las fronteras entre lo personal y lo laboral. Según un informe de Microsoft, más del 54% de los empleados afirma que su jornada laboral se ha alargado desde que trabajan desde casa, lo que ha erosionado los tiempos de desconexión y por ende, de descanso.
A esto se suma la hiperconectividad. Vivimos constantemente bombardeados por notificaciones, correos electrónicos y redes sociales. Estudios recientes muestran que revisamos nuestros teléfonos más de 96 veces al día, lo que perpetúa la llamada “fatiga digital” y genera una sensación de alerta constante.
Consecuencias más allá de la salud física
El impacto del burnout no se limita a la sensación de cansancio permanente. Físicamente, se traduce en insomnio, dolores de cabeza, problemas digestivos y, en casos graves, enfermedades cardiovasculares. Otros síntomas que lo acompañan son taquicardia, falta de aire, temblores, sudoración, dolor en el vientre o en el pecho, desmayos, sensación de hormigueo en el cuerpo y olas de frío y calor.
Emocionalmente, puede llevar a cuadros de ansiedad, depresión e incluso pérdida de interés en actividades que antes generaban satisfacción.
Socialmente, el burnout también afecta las relaciones familiares y de pareja. “Cuando el agotamiento es constante, la irritabilidad y el desapego emocional se convierten en respuestas comunes, dañando vínculos importantes,” explica Jaramillo.
Combatir el burnout: Un desafío más complejo de lo que parece
El burnout es un síndrome que puede llevar a un deterioro extremo tanto físico como mental, afectando la capacidad de las personas para funcionar de manera efectiva en cualquier aspecto de sus vidas.
En términos inmediatos, el tratamiento más básico para abordar el burnout implica detener por completo las actividades que generan el estrés, permitiendo al cuerpo y a la mente entrar en un estado de reposo necesario para la recuperación. Esto puede incluir tácticas como asegurar un descanso adecuado mediante ciclos de sueño regulares, involucrarse en actividades de disfrute o relajación que promuevan una desconexión efectiva, y realizar ejercicios ligeros que estimulen el bienestar físico.
Sin embargo, en un mundo laboral que exige constante productividad y en el que muchas personas dependen económicamente de sus trabajos, esta solución se presenta como poco viable para la mayoría. “Pedir a alguien que simplemente deje de trabajar para combatir el burnout es una solución teóricamente efectiva, pero prácticamente inalcanzable para la mayoría de las personas,” explica Luciano. “Las responsabilidades económicas, sociales y familiares hacen que desconectarse por completo sea una opción irreal.”
En este contexto, la recuperación debe basarse en medidas que puedan integrarse de manera sostenible en la vida diaria. Estrategias como establecer límites claros entre las horas de trabajo y descanso, crear espacios regulares para desconexión digital y practicar técnicas de manejo del estrés, como la meditación y el mindfulness, han demostrado ser efectivas en reducir sus síntomas.
Sin embargo, estas estrategias, aunque importantes, no abordan el núcleo del problema. El burnout no solo es el resultado de un exceso de trabajo, sino de creencias profundamente arraigadas que conectan el valor personal con la productividad. “El burnout es un fenómeno que no se corrige únicamente con descansos,” añade Jaramillo. “Se necesita una intervención que explore las dinámicas internas que llevan a las personas a aceptar y perpetuar estas condiciones de agotamiento.”
Aquí es donde interviene la terapia. El proceso terapéutico permite a las personas identificar y desafiar las creencias culturales y personales que perpetúan el agotamiento. Sin este paso crítico, el riesgo de recaída es alto. Estudios publicados en The Journal of Occupational Health Psychology muestran que las personas que reciben terapia enfocada en el manejo del estrés y la reestructuración cognitiva tienen un 40% menos de probabilidades de experimentar burnout recurrente en comparación con quienes solo implementan cambios conductuales.
“El burnout no es solo un problema individual; es un síntoma de sistemas que fallan en priorizar el bienestar,” concluye Sánchez. “La terapia no solo ayuda a las personas a recuperarse, sino que les da las herramientas necesarias para establecer límites sostenibles y reconfigurar su relación con el trabajo.”
Selia: Un aliado en la lucha contra el burnout
Para quienes sienten que el burnout ha tomado el control de su vida, plataformas como Selia ofrecen soluciones accesibles y efectivas. Con más de 400 especialistas en psicología, psiquiatría y coaching, Selia conecta a las personas con el apoyo adecuado, garantizando disponibilidad en menos de 24 horas.
Además, Selia no solo se enfoca en terapia individual. La plataforma también ofrece recursos complementarios como meditaciones guiadas, diarios emocionales y ejercicios de respiración diseñados para ayudar a los usuarios a recuperar su balance emocional fuera de las sesiones.
“Nuestro objetivo es ayudar a las personas a construir hábitos que les ayuden a prevenir el llegar a este estado de agotamiento, así como brindarle a quienes ya lo hicieron el apoyo experto y profesional para recuperarse” comenta Santiago de Bedout, CEO de la compañía.
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