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Conforme a la definición de la Organización de las Naciones Unidas – ONU–, la sostenibilidad, término que inobjetablemente no puede ser visto como una palabra de moda, sino como una realidad bajo la cual deben enfocarse y planificarse los territorios, implica 'satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de satisfacer sus necesidades propias'.

En una región como la Caribe, de 131 mil kilómetros cuadrados, con siete departamentos y 197 municipios que albergan al 22,7 % de la población total colombiana 11.433.126 habitantes), homogénea pero al mismo tiempo tan diversa en su interior y con una enorme riqueza natural e hídrica, es imperativo que los gobiernos locales trabajen cada vez más de forma articulada y con objetivos comunes que permitan impulsar un crecimiento económico sustentado en la actividad agropecuaria, el turismo y la cultura, virtudes de las que hace gala la zona norte del país y que le generan buena parte de sus ingresos.

Al mismo tiempo se tendrá que mantener el desarrollo industrial y minero, clave en la economía y las finanzas de la Costa gracias a las regalías que generan, en un proceso de transición hacia las energías renovables, especialmente la eólica, camino que ya se ha empezado a transitar con una gran expectativa, sobre todo en departamentos como La Guajira, que avanza en la construcción de parques de generación, y la zona entre el Atlántico y Bolívar, en donde el mar Caribe albergará el primer parque eólico marino costa afuera de Latinoamérica.

Así lo entendieron gobiernos anteriores que comenzaron el camino para la transición y que se ratifica ahora en esta nueva etapa de la vida del país en el que la justicia climática se ha perfilado como uno de los grandes ejes y banderas del actual gobierno.