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Creo oportuno compartir con el lector la anécdota que un día me sucediera, al realizar un ‘mandado’ de la señora. En otro tiempo, me hubiera sentido incómodo y hasta me hubiera abstenido de mencionar el tema por implicar precisamente un ‘mandado’, algo que cumplen en los hogares las empleadas domésticas o los niños. Pero el tiempo lo va volviendo a uno descarado; conversando con mis viejos amigos, he llegado a la conclusión de que ejecutar los mandados de la casa, es una de las pocas actividades que, en los hogares, van quedando reservadas para las personas de edad.

Personalmente los ejecuto con gusto, porque me parece ser este un ejercicio útil para evitar el mal de Alzheimer. “Papi, me dijo un día mi esposa, hazme el favor y vas donde Mavith y le dices que por favor me preste la plancha”.

Sin comentario alguno, salí a buscarla; pero por el camino reflexionaba: ¿para qué pedirá mi señora una plancha, si en la casa hay una?; ¿será que está dañada? Tan pronto le expuse a la vecina el objeto de mi visita fue en busca de ella y me la entregó dentro de una bolsa. Sin embargo, me llamó la atención la pregunta que me hiciera antes de ir a buscarla: ¿ya terminaron de teñirle el pelo? Allá la dejé en eso. Fue mi respuesta a una pregunta que consideré normal y que me confirma lo que hace mucho tiempo he aprendido: las mujeres, entre vecinas, están informadas de todos los detalles domésticos. Jéssica, una de sus hijas, interrumpe con una aclaración: “La plancha para aplanchar los pantalones?”, aclaración que yo tomé como una broma, un pleonasmo, y que por lo mismo no mereció, de mi parte, más respuesta que una sonrisa.

Pero ya de vuelta a casa revisé el paquete que había recibido y vi que no había nada parecido a la plancha que esperaba. Sin embargo, al entregarlo, en casa, quedé sorprendido al ver que era exactamente lo que me habían encargado; una plancha, pero para alisar el cabello. Esto me lleva a concluir que actualmente, no solamente en este caso sino en muchos otros que dejo al lector el descubrirlos, explicaciones que antes eran consideradas innecesarias por ser pleonasmos, dejan de serlo, por lo menos para quienes vamos quedando fuera de onda.

Carlo Salberti Van d´Hernann