Los incendios de la cobertura vegetal y el fortalecimiento de los vientos alisios desde el oriente hacia el centro del país, han contribuido a incrementar el material particulado y con ello, a una desmejora de la calidad del aire en diversas zonas del territorio nacional. Sumado a ello, algunos días secos, con cierta estabilidad en la atmósfera, se genera un fenómeno de inversión térmica que dificulta la dispersión de esas partículas, quedando "atrapadas" en zonas cercanas a la superficie terrestre.
El Decreto 1076/2015 le da la competencia al Minambiente para establecer la norma de calidad del aire, así como las medidas de prevención y control de la contaminación atmosférica proveniente de actividades mineras, industriales y las asociadas al transporte. También el decreto le da al ministerio, la potestad de regular lo relacionado con el monitoreo y medición en función de mantener un control del posible deterioro de la calidad del aire.
Más allá del notorio avance en la medición de la calidad del aire, especialmente a nivel de grandes ciudades del país, sigue existiendo una brecha entre lo establecido por la Organización Mundial de la Salud y los lineamientos dados por el ministerio sobre los valores máximos permisibles. Recientemente, en Bogotá y Medellín se elevaron niveles de alerta que implican restricciones para sus habitantes.
Ahora bien, en diversos estudios se ha indicado que dentro de los contaminantes las partículas finas pueden atravesar la barrera pulmonar y entrar en el sistema sanguíneo, lo que contribuye al riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y respiratorias, así como cáncer de pulmón; razón por la cual es imperativo establecer mayores mecanismos de monitoreo y ajustarse más a lo recomendado por la OMS.
Y claro, es un tema que puede ser gradual, pero deben fijarse metas, así como acciones que permitan resultados visibles en el corto y mediano plazo lo que sin duda nos llevará a un mejor escenario del aire que respiramos, especialmente en las ciudades donde los procesos de industrialización, así como las emisiones de fuentes móviles asociadas en buena parte con la densidad poblacional, han venido en constante crecimiento desde hace ya varias décadas.
En Medellín y en Bogotá, se ha vuelto común que veamos diariamente acumulaciones de esmog, especialmente en esos días en los que la nubosidad tiende a desaparecer y preocupa que siendo las lluvias un factor de “lavado” para los contaminantes ni siquiera precipitaciones tan fuertes como la del pasado martes en la capital, lograron disminuir los valores del material particulado más fino medido en diversas estaciones meteorológicas de la ciudad.
En la ciudad de la montaña y en la capital de la República, a través del Sistema de Alerta del Valle de Aburra y la Secretaría de Ambiente en Bogotá, respectivamente, se monitorea de manera eficiente y oportuna desde hace algunos años parámetros relacionados con la calidad del aire. Cabe preguntarnos, ¿qué se está haciendo sobre el tema en otras ciudades del país donde los niveles de contaminación pueden ser importantes?