Con la autoridad de quien ha estado en la línea de fuego de las decisiones políticas y de seguridad complejas del país, el exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón habla sin rodeos: Colombia atraviesa una crisis de liderazgo, de seguridad, de legitimidad institucional y de oportunidades para sus jóvenes. La salida, asegura, en diálogo con EL HERALDO no es mágica, pero sí posible: planificación, educación, inversión en capital humano y seguridad con mano firme pero propósito social.
Usted ha estado en múltiples frentes de gobierno y conoce bien el Estado. ¿Cuál es su diagnóstico actual del país?
Estoy muy preocupado. Y lo digo con dolor, porque este país tiene un potencial inmenso, pero lo que uno ve desde afuera es una Colombia desprestigiada, que ha perdido relevancia e influencia en el concierto internacional. El país se ha metido en disputas que no le corresponden ni le traen beneficios a su gente: nos vemos envueltos en conflictos del Medio Oriente o en tensiones entre grandes potencias, sin que eso represente ningún valor para el colombiano de a pie.
En lugar de eso, deberíamos tener un gran plan nacional para posicionar a Colombia estratégicamente, atraer inversión, generar empleo y crear riqueza. Pero lo que tenemos hoy son problemas estructurales graves. En seguridad, las Fuerzas Armadas están debilitadas: menos presupuesto, menos personal, tecnología desactualizada, equipos sin mantenimiento. El resultado es que el crimen crece. En lo económico, no hay un rumbo claro. La juventud está emigrando.
Además, las finanzas públicas están desequilibradas. El gobierno se ha comprometido a gastos que no tienen respaldo en ingresos sostenibles. La informalidad alcanza el 60%, la salud se deteriora y las pensiones prometidas no tienen sustento.
Está claro que el país necesitaba reformas estructurales en salud, pensiones y empleo. Sin embargo, tras tres años de gobierno, no se han logrado avances sustanciales. ¿Qué ha fallado?
Lo primero que debe decirse es que Colombia necesita con urgencia mejorar sus indicadores sociales. Tenemos un 27% de pobreza general y un 11% de pobreza extrema. Eliminar esta última debería ser una meta nacional inaplazable. Pero para eso hay que gerenciar bien, hay que hacer programas que sean sostenidos hay que tener la riqueza y los ingresos que paguen para que eso sea posible.
Entonces, yo veo aquí varios problemas, un problema de gestión terrible que bien se describe en que no hay ejecución, no hay expertos que planifiquen, no hay gerentes, hay muchos ministros que el país los conoce el día que los nombran porque nunca en su vida habían tenido nada que ver ni con los sectores que vienen a trabajar ni tenían trayectoria para lo que están haciendo, muchos no tienen ni educación para la tarea. Entonces, el resultado es que llegan a hacer un trabajo que no saben, lo hacen desastroso. La gente se ilusiona porque necesita solución, pero esto no es con populismo.
Frente al fracaso del modelo de paz total, ¿hacia dónde debe ir el país en esta materia?
La seguridad es la base del desarrollo. Sin seguridad, no hay inversión, no hay empleo, no hay movilidad social ni acceso a derechos. La gente no puede salir a trabajar, llevar a los niños al colegio o simplemente ir al parque si siente miedo. Y eso es lo que está pasando en muchas regiones del país. La política de “paz total” ha generado más confusión que resultados. Se ha creado un ambiente de impunidad para los grupos criminales. Las Fuerzas Armadas no saben si pueden actuar o no, los bandidos se aprovechan de los vacíos institucionales, y la ciudadanía está atrapada en medio de ceses al fuego mal diseñados y beneficios jurídicos injustificados. Colombia necesita recuperar el control territorial, fortalecer a su fuerza pública, dotarla de recursos, tecnología y respaldo político. Pero también necesita invertir en programas sociales estratégicos: deporte, cultura, empleo juvenil, infraestructura regional.
En Barranquilla, dos bandas ilegales parecen tener maniatada a la ciudad. ¿Qué pasó?
Lo de Barranquilla es muy preocupante y es reflejo de lo que está pasando a nivel nacional. Esta ciudad ha sido un ejemplo de progreso en los últimos años, pero hoy enfrenta una presión criminal creciente por la ausencia de una política nacional de seguridad coherente. Faltan entre 2.000 y 3.000 policías. Sin presencia estatal efectiva, el crimen ocupa ese vacío.
La justicia no está funcionando. Los capturados entran por una puerta y salen por la otra. Esto genera impunidad, frustración y una percepción de corrupción que mina la legitimidad institucional. La ciudad necesita más pie de fuerza, inversión en programas sociales, y un sistema judicial que castigue de verdad.
Reconozco el liderazgo del alcalde Alejandro Char, quien ha promovido acciones integradas, obras de infraestructura, empleo y cohesión social. Pero si no hay respaldo nacional, las soluciones locales tendrán un techo muy bajo.
Usted reside en Estados Unidos. ¿Cómo ve las relaciones actuales entre Colombia y Washington?
Son nuestro principal socio comercial, en turismo, en inversión, en seguridad. Cuando uno daña la relación, ¿qué gana? ¿Qué beneficio tiene Colombia por esto? Sobre todo la gente. En Estados Unidos viven cerca de 2 millones de personas de origen colombiano. Yo no creo que uno tenga que estar de acuerdo o en desacuerdo con el líder en este caso de ese país (Trump). Lo que es importante es sacar la mayor ventaja posible al interés de los colombianos. Entonces, lo que sí queda claro es que si esa relación la sigue dañando a través de provocaciones, el gobierno Petro, los que vamos a perder somos todos los colombianos.
¿Tiene alguna aspiración presidencial?
Si a mí me tocar estoy listo para ayudar a los colombianos, liderarlos y entender que cualquier cosa que uno haga es para servir a los colombianos, no para quedar uno uno bien como persona. Pero al mismo tiempo también creo que estamos en un momento donde importa más ver cómo salimos de esta crisis que ver cada quién cuál es su aspiración personal.