Compartir:

¿Tía Marieth, es verdad que los árboles lloran?”, preguntó Santiago, un niño de apenas 5 años, en una tarde cualquiera en la Ranchería Majalí, en Manaure, La Guajira. La inocencia de su voz resonó en el aire cálido de la región, donde las creencias ancestrales se entrelazan con la vida cotidiana de los Wayúu, un pueblo indígena que guarda una profunda conexión con la naturaleza.

Le recomendamos: ¿Qué tan lejos está Barranquilla de Santa Marta y de Cartagena?

Para los Wayúu, la pregunta no es solo un juego de palabras sino una reflexión sobre su cosmovisión del mundo, donde cada ser —desde los humanos hasta los árboles— posee un alma y una función dentro del equilibrio cósmico que rige la vida.

En la cultura Wayúu, la creencia de que los árboles lloran no es una simple leyenda, sino una representación simbólica del sufrimiento de la naturaleza. Para ellos, los árboles no son solo seres estáticos; son entidades vivas que sienten y reaccionan ante las acciones humanas como una visión profunda que refleja su relación emocional con el entorno natural, especialmente con los árboles, que son vistos como guardianes de la tierra.

Es allí en el norte de Colombia, donde el desierto se encuentra con el mar, que se alza Manaure: un pequeño municipio de La Guajira que ofrece toda una experiencia turística única y enriquecedora haciendo de este rincón del país, conocido por su producción de sal y su vibrante cultura indígena, un destino imperdible para quienes buscan un viaje auténtico y lleno de matices.

Las salinas, ubicadas en el municipio de la sal, el gas y los flamencos son para muchos un espectáculo visual: Se trata de grandes estanques de agua que, al evaporarse, dejan tras de sí una capa blanca y brillante que simula un paisaje lunar y permite a los visitantes aprender sobre el proceso de extracción de la sal marina de forma artesanal que hoy en día es utilizada para la preparación de diversos aceites medicinales, cremas corporales y bebidas ancestrales que permiten la natural sanación de los enfermos.

Le sugerimos leer: Fort Lauderdale, una ciudad cuyo encanto navega más allá del mar

Además de la importancia de la sal en la economía local, en La Guajira habita el pueblo ancestral de la cultura wayúu conocido por su colorida artesanía, especialmente sus mochilas y sombreros, que son símbolo de identidad y orgullo para la región. En las calles de Manaure, los artesanos exhiben sus creaciones, invitando a los turistas a llevarse un pedacito de la cultura wayúu en cada una de sus piezas.

Platos típicos como el “friche” —carne de chivo cocinada a fuego lento— son algunas de las delicias que los visitantes pueden degustar. Los restaurantes locales, con su ambiente acogedor y familiar, ofrecen un espacio perfecto para disfrutar de la cocina guajira, que se caracteriza por su frescura y autenticidad.

Para los amantes de la naturaleza, las playas de Manaure son un verdadero paraíso. Con aguas turquesas y arena blanca, estos espacios son ideales para relajarse, practicar deportes acuáticos o simplemente disfrutar de un atardecer que pinta el cielo de colores vibrantes.

Manaure es más que un simple destino turístico; es un viaje a través de la cultura, la historia y la naturaleza de Colombia. Con su calidez humana, su belleza natural y su riqueza cultural, este rincón de La Guajira se posiciona como un lugar imperdible para quienes buscan explorar la autenticidad de un país que, a pesar de sus contrastes, siempre recibe con los brazos abiertos. En Manaure, cada visitante encuentra una historia que contar y un recuerdo que atesorar.

Le podría interesar: “La conexión turística entre Barranquilla y Florida está en constante crecimiento”