En lo profundo de la galaxia, a unos 12.000 años luz de la Tierra, un destello inusual en el cielo encendió la curiosidad de los astrónomos.
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No era una colisión de estrellas. Lo que los científicos estaban presenciando parecía sacado de una historia de ciencia ficción, porque era una estrella devorando a uno de sus propios planetas.
Durante generaciones, los astrónomos han imaginado cómo podría ser el fin de un planeta cuando su estrella anfitriona llega al final de su vida. Se sabe que el Sol, dentro de unos 5.000 millones de años, se convertirá en una gigante roja, creciendo tanto que posiblemente engullirá a la Tierra y a los planetas más cercanos. Pero hasta ahora, ese escenario solo existía en simulaciones y cálculos teóricos.
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Pero, el equipo del Observatorio Palomar en California registró una repentina explosión de brillo proveniente de una estrella que fue catalogada como ZTF SLRN-2020. A primera vista, todo apuntaba a que la estrella había alcanzado su fase de expansión, y en el proceso, había consumido a un planeta cercano. Pero había más detrás de esta historia estelar.
Tanto fue la curiosidad que los científicos recurrieron al telescopio espacial James Webb, el instrumento más avanzado en la observación del universo. Su capacidad para estudiar el cosmos en longitudes de onda infrarrojas lo convirtió en la herramienta perfecta para examinar esta estrella en detalle.
Lo que descubrieron fue sorprendente. Contrario a lo que se pensaba, la estrella no se había transformado aún en una gigante roja. Su temperatura, tamaño y brillo no coincidían con los de una estrella en la última etapa de su vida.
El planeta, del tamaño de Júpiter, no fue destruido de golpe. En lugar de eso, su órbita fue decayendo lentamente durante millones de años, acercándose cada vez más a su estrella. A medida que se aproximaba, comenzó a rozar su atmósfera, como si el planeta estuviera caminando por una cuerda floja cósmica, hasta perder el equilibrio y precipitarse hacia su fin.
“Si se trata del primer evento de engullimiento planetario detectado directamente, ¿qué mejor objetivo para apuntar?”, dijo Ryan Lau, astrónomo del Laboratorio Nacional de Investigación de Astronomía Óptica-Infrarroja de los Estados Unidos, a la revista Science.
Además, agregó Morgan MacLeod, miembro del equipo del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica y del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge, Estados Unidos que: “El planeta empezó a rozar la atmósfera de la estrella. A partir de ese momento, se produjo un proceso galopante de caída más rápida. El planeta, a medida que caía, empezó a mancharse alrededor de la estrella”
El estudio liderado por Lau fue publicado en la revista académica The Astrophysical Journal.