Los colombianos si no hacemos algo a muy corto plazo para defendernos de seguir viviendo dentro de esta atmósfera tan pesada y agobiante en que se ha convertido los últimos años la política en nuestro país por la carga tan exagerada de odio de sus más destacados protagonistas, me atrevo a decir que no nos habrá servido de nada lograr algo tan supremamente difícil como fue el proceso de paz, la disminución en algo del paramilitarismo y la lucha contra la delincuencia común y el narcotráfico, de manera que seguiremos intoxicándonos con este veneno de odio que nos suministran nuestros principales dirigentes políticos día a día, semana a semana, sin descanso ni vacaciones, en todo el territorio nacional, envenenándonos no solamente de los agravios, mentiras, y calumnias contra sus contradictores políticos, sino contra todo aquel que no pertenezca a su filiación política. Esta situación no nos va a matar a bala o machete, pero si nos mata empresarial, comercial, familiar y socialmente, mata al país. Todos conocemos relaciones comerciales, sociales y familiares, no solamente terminadas y enemistadas por la polarización enfermiza en que se encuentra el país, sino cerca de convertirse en desgracia mayor.
Así como se creó en su momento un tribunal que dirimió los conflictos del Estado con la Iglesia, como se crearon las salas de solución de conflictos comerciales, como existen entidades especializadas en dirimir conflictos de todo orden, necesitamos inventarnos una entidad, una prefectura, una superintendencia de actividades políticas o algo por el estilo, totalmente independiente del gobierno y la política, que obligue a la dirigencia política colombiana a utilizar métodos menos agresivos y deshonestos, contra sus opositores y contra la ciudadanía que no pertenece a su filiación.
Hector Asaf Quintero