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El 25 de agosto se celebró el día nacional de “las personas de la tercera edad”. A propósito de ese día, en el chat del grupo de docentes, leí un mensaje de “Felicitaciones” que uno de ellos le enviaba a otro compañero, el cual le preguntó, ¿el porqué de las felicitaciones?, la respuesta que recibió fue “por pertenecer a la Tercera edad y entrar a viejo” y él le repostó “gracias, pero recuerda, que soy mayor pero no viejo”.

Aunque este día, “del adulto mayor”, que se celebra, en términos generales, es una de las celebraciones que no tiene mayor trascendencia, y las mutuas felicitaciones entre estos compañeros docentes, me hizo reflexionar, sobre todo, cuando el uno le recalcaba al otro “que era mayor de edad, pero no viejo”.

Con el transcurrir del tiempo y del avance de la edad se van produciendo la degeneración de las células, y con ello la de los tejidos y de los órganos de nuestro cuerpo, pero hay una diferencia, entre ser de una edad “mayor” es decir tener más de la edad promedio y llegar a ser en edad “viejo”. Aunque, en suma, el mayor de edad puede tener la misma edad cronológica del viejo, pero no ha perdido la jovialidad y desde luego, las diferencias están en su corazón o en el espíritu. Y se pueden señalar otras diferencias relevantes: el mayor en edad tiene sueños, todavía aprende y enseña, consigue hacer ejercicios, todos los días son distintos, tiene agenda con obligaciones para cumplir mañana, pasado o la semana que viene, pone la vista en el horizonte, en donde sale el sol e ilumina sus esperanzas, trata de renovarse cada día que comienza, lucha lo que le resta de vida, tiene planes.

Ser en edad “viejo”: es quien perdió la jovialidad, ya no aprende ni puede enseñar, pasas la mayor parte del tiempo sentado o acostado, difícilmente consigue hacer ejercicios, todos los días para él son iguales, su agenda está en blanco, solo vive pensando en el ayer, sufre lo que le falta hasta la muerte, tiene nostalgias.

Por ello, debemos lograr vivir una larga vida como “mayor”, hasta cuando se pueda hacer de buena manera, lo que de ordinario hemos hecho siempre, que nuestras facultades no estén disminuidas que imposibiliten nuestro desempeño.

El otro día leí un artículo que daba cuenta sobre la adjudicación del Nobel de Física, y el menor tiene 77 años y el otro 88, ambos profesores universitarios activos, uno de ellos en Cambridge.

Durante mi formación como profesional de la medicina, tuve profesores muy buenos mayores de 70 y más años tanto en la U de Cartagena, en la U de Antioquia, en la de Sevilla “España”, U. Libre y en mi internado recuerdo a los profesores: Darío Córdoba, Manuel Urina, Manuel González, Pedro Muskus, Julio Lora, Luis Padilla, Rafael Algarín, Víctor Baca, Efrain Gaines entre otros, excelentes docentes.

Agustín Guerrero Salcedo