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Recientemente, en una conversación con mi hermano mayor, una frase de su suegra captó mi atención: "vengase pa'ca que Colombia es el país de la gente libre". Esta afirmación me llevó a una reflexión profunda que deseo explorar en este artículo. ¿Es realmente la idealización de comportamientos problemáticos arraigados en nuestra cultura lo que lleva a tantos colombianos, dentro y fuera del país, a abrazar esta idea? Parece que hemos olvidado que la verdadera libertad de cada individuo empieza donde comienza la de los demás.

Es tentador pasar por alto los errores del pasado cuando enfrentamos males aún mayores en el presente. Aquí es donde la música popular como la cumbia, el reggaetón, el vallenato y la salsa se entrelazan con actividades delictivas como el narcotráfico, el lavado de dinero y los homicidios, creando un ambiente donde todo parece estar permitido. Esta cultura de irrespeto, burla y agresión se disfraza como sinónimo de valentía, diversión y fortaleza.

Llamar "libertad" a vivir sin reglas, sin dignidad, sin vergüenza, sin metas claras, sin planes, sin responsabilidades, sin control, donde la palabra no tiene valor y la mentira es la norma, revela una distorsión preocupante de los valores fundamentales.

De vez en cuando nos damos cuenta de que tenemos menos para comprar, pero ese hecho se relega ante la oportunidad de disfrutar de una cerveza barata. En el país de las "libertades", embriagarse para olvidar los problemas se considera divertido. Ser libre parece significar evadir la realidad bajo la excusa de que "una golondrina no hace verano".

Entonces, querido lector, ¿es Colombia tan libre como se dice cuando no puedes dormir por la fiesta ruidosa de tu vecino, cuando temes sacar tu celular en la calle por miedo al robo, cuando tu hogar está enjaulado por rejas o cuando no estás seguro de si te pagarán al finalizar el mes en tu trabajo?

No pretendo ofrecer respuestas definitivas aquí, ya que creo que la realidad es compleja y resistente a las soluciones fáciles. Sin embargo, es evidente que debemos confrontar la cruda realidad en lugar de aferrarnos a un optimismo vacío que solo perpetúa el status quo.

Luis Gabriel Moscote Salazar