Una taza de café me fue suficiente para concluir, que la sociedad moderna aún no está preparada para comprender la naturaleza del poder. Y quizás se deba a qué no hemos experimentado esa aguda conciencia de la precariedad que nos permita reflexionar, que, aunque las élites aristocráticas se hayan proclamado semidioses, todos estamos hechos de barro humano. Es por esto que me resulta una barbarie admitir que a través de la historia los modelos económicos nos terminan condenando a un bucle de sufrimiento inagotable, en donde, el más vulnerable es sin duda el proletariado; quienes luchan sol a sol, por escapar de la miseria y del vergonzoso proselitismo que incita a la guerra.
Aquí entre nos, les comentó, que muero por saber la fecha y la hora de la llegada del anticristo. Pero, desafortunadamente para mis intereses, no manejo al menos la información correcta si los misiles hipersónicos caerán de día o de noche. Es más, no tengo el dato exacto del radio de expansión donde detonará la siguiente bomba atómica. De lo único que tengo certeza, es que nos hemos convertido en víctimas de estereotipos del pasado. Si, continuamos cometiendo el mismo error siglo tras siglo anclados a simples justificaciones hipócritas y como si fuera poco a la expectativa, de que algún día la justicia deje de prostituirse con la oligarquía.
Por eso, insisto en que debemos mediar en la reconciliación entre la guerra y la paz, no ganamos nada alimentando nuestros placeres narcisistas, ya que al fin y al cabo nadie sale con vida del planeta tierra.
Thiago Bettin