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Cuando llegó el coronavirus a Colombia en marzo de 2020 se tomaron decisiones muy apresuradas como decir que el tapabocas sólo lo debía usar el enfermo, mandar a poner tapetes y dejar las fronteras abiertas sin control. Luego con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta de que la necesidad está en seguir todo el tiempo con el tapabocas, especialmente en lugares cerrados, buscar espacios ventilados, guardar la distancia, lavarse las manos. Así pudimos medio volver a la normalidad durante unos meses. Pero al asomo de la tercera ola se volvieron a activar protocolos extremos. Uno de esos fue el acabar con la alternancia de los colegios, y poner pico y cédula y toque de queda.

Pero cuando miramos con lupa el pico y cédula, vemos que sí puedes ir a un restaurante si haces una reserva. Es ilógico entonces que los estudiantes, especialmente los mayores, no puedan ir a estudiar a los establecimientos que se han preparado con protocolos rigurosos, pero que sí podamos estar comiendo (sin tapabocas) en lugares cerrados, sin la adecuada ventilación, y sin guardar la distancia requerida.

En estos tiempos que nos encanta tanto hablar de empatía, ponernos en el lugar del otro, pensemos por un momento en todas las malas decisiones tomadas para el control de la pandemia. Pensemos sin criticar, nadie sabía a ciencia cierta a qué se enfrentaba, pero esto sirve para evitar seguir satanizando procesos necesarios para otros.

Nosotros los que pasamos de cierta edad ya hemos vivido bastante y con todo así nos cuesta trabajo el encierro. Ahora imaginémonos a un joven, un estudiante de colegio o de universidad, queriendo llevar una vida lo más normal posible, cerrando ciclos, como lo hicimos todos nosotros en nuestra época. Pensemos en los que se graduarán próximamente y ojalá la Secretaría de Educación se tomara el trabajo de mirar al detalle que una ceremonia al aire libre, con la debida distancia y todos con el tapabocas no supone un riesgo mayor que atender público en un restaurante.

No juzguemos a los jóvenes por querer estudiar presencialmente, por celebrar la obtención de sus metas con el debido cuidado. No corramos como locos a exigir cierres y protocolos innecesarios cuando la salud mental está en juego.

Carlos Guzmán Garrido