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Después de abandonar no solo un año más, sino un año que nos deja inexorables marcas de tristeza e incertidumbre, llega por fin enero, el mes que nos vuelve a la tranquilidad, a la mesura y a la prudencia; que nos permite pensar los días de un nuevo año, para comenzar a sembrar nuevamente el camino ya despejado de confusas expectativas y de falsas ilusiones, para cosechar mejor el tiempo y utilizar los recursos de manera más significativa.

Para eso han de servir conscientemente estos primeros días de enero; para recuperar el equilibrio que se perdió durante el año anterior; para alcanzar un nuevo aire que nos permita corregir los efectos de ligeras decisiones y para tomar un nuevo impulso, que nos lleve a compensar lo que dejamos de hacer por darle prioridad a lo más importante, como ha sido el cuidado de nuestras vidas.

Con la llegada de un nuevo año, el primer regalo que recibimos es un nuevo calendario, pero llega también una nueva esperanza, un nuevo despertar y algo muy valioso, una nueva oportunidad, que si sabemos aprovecharla nos evitaremos cometer los mismos errores y, tal vez, los mismos resabios que no nos permitieron avanzar ni tomar el camino correcto que nuestra conciencia nos había dictado.

Por tanto, es conveniente avanzar con pasos firmes hacia metas alcanzables y medibles, acordes con las grandes expectativas de cambios y mejoras, que se esperan sean de actitud, de compromiso, de proyecciones y de verdaderos aciertos; con responsabilidad, con suficiente capacidad moral y con la sana convicción de poder desarrollar planes y programas que nos permitan cumplir con los más saludables y loables objetivos.

Porque lo fundamental es que, pasados estos 365 días de este año 2021, celebremos, al final, con una nueva realidad y asegurados todos con la vacuna del amor, de la paz, del bienestar y la entera felicidad para disfrutar sanamente de las provisiones de nuestro Creador.

Roque Filomena Angulo