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‘Chucho’, el oso de anteojos, que habita en el Jardín Zoológico de Barranquilla, está protagonizando una interesante y hermosa historia de amor entre ciudadanos preocupados por los derechos de los animales y porque estos reciban un trato parecido al de los humanos, por ser “seres sintientes”, de acuerdo con las normas y doctrinas que regulan esa nueva disciplina de la ciencia jurídica.

Actualmente, por la llamada ¡libertad! de ‘Chucho’ y su cuidado en su actual habitat, se libra una batalla judicial en las cortes colombianas, luego de que se le otorgara, al oso, un habeas corpus para regresarlo a la montaña. Y hay en curso una acción de tutela para que se quede en Barranquilla, donde se le brinda alimentación adecuada y tiene una hembra que lo atiende como un oso de peluche, eso dicen mimosamente.

Tanto la decision judicial de amparar el derecho constitucional a la libertad de ‘Chucho’, como la búsqueda del amparo, –tambien constitucional– a su cautiverio, resultan dos acciones que demuestran un solo interes: el amor a los animales.

El amor es ciudados y mimos. Pero desafortunadamente quien no puede reconocer que lo cuidan porque lo aman, nunca llegará a entender que el derecho a la libertad se disfruta cuando no se tiene necesidades. Por eso creo que el contexto apropiado de ‘Chucho’, el oso, es donde le cuidan, como un ser amado, con atención veterinaria, alimenticia y tiene pareja. El amor no lo falla un juez, sino la realidad. Esperemos cómo termina esta amorosa historia. Muchos quisieran tener lo de ‘Chucho’, una hembra mimosa.

Gaspar Hernández Caamaño

gasparemilio0810@gmail.com