Al entrar a las redes sociales, cada vez es más común no tener certeza de si lo que vemos, ya sea una imagen, un video o una voz, es real o una creación de inteligencia artificial.
Los prompts y los modelos de generación visual alcanzan tal nivel de detalle que resulta casi imposible distinguir lo auténtico de lo fabricado. Aunque parezca un fenómeno reciente, la confusión entre verdad y engaño nos acompaña desde hace años. Basta recordar las fake news y la avalancha de información que, paradójicamente, solo busca desinformar.
Si pensamos en este hábito de no creer todo lo que vemos, hay un artista que encarna a la perfección esa idea. René Magritte, el pintor belga, nos enseñó que el arte puede mostrarnos algo y al mismo tiempo decirnos otra cosa. Nos recuerda que lo visible no siempre revela la verdad y que muchas veces la imagen la disfraza.
Uno de sus cuadros más emblemáticos, Ceci n’est pas une pipe, que en francés traduce “Esto no es una pipa”, nos presenta precisamente eso, una pipa. Sin embargo, el texto bajo la imagen nos desconcierta. Magritte nos obliga a detenernos y pensar. No estamos viendo una pipa, sino la representación de una pipa. Una imagen no es el objeto, del mismo modo que una fotografía, un video o un deepfake no son necesariamente la realidad.
Magritte nos deja un recordatorio vigente en plena era digital: No creerlo todo a simple vista. Toda imagen, ya sea pintada o creada por una inteligencia artificial, es una interpretación, una versión posible del mundo. Al final, como decía el propio artista, “todo lo que vemos oculta otra cosa”. Y quizás hoy, más que nunca, necesitamos volver a mirar con recelo (o con ojos de arte).
Natalia Aguilar Yarala
aguilaryaralanatalia@gmail.com





















