Últimamente, el término “resiliencia” se ha convertido en una palabra clave en múltiples campos: resiliencia climática, comunitaria, urbana, entre otros. Su poder simbólico ha hecho que se incorpore con naturalidad en el lenguaje cotidiano.
En un mundo marcado por migraciones, guerras, hambrunas y catástrofes, la resiliencia se vuelve una necesidad vital. Y aunque en el arte no existe formalmente un “movimiento resiliente”, hay varias figuras que simbolizan esta capacidad de transformación frente al dolor, pero creo inevitable pensar en una sola que llevó la palabra resiliencia a otro nivel de comprensión y aceptación.
Frida Kahlo es, sin duda, una de las artistas que mejor representa la resiliencia. Su vida fue atravesada por el dolor físico y emocional, pero también por una fuerte voluntad de convertir ese sufrimiento en arte.
Tras sufrir polio en su infancia y un accidente automovilístico que la dejó con secuelas físicas a la edad de 18 años, Kahlo encontró en la pintura un medio para narrar sus pensamientos, su dolor y sus vivencias, convirtiéndola así en un símbolo de valentía.
Frida alcanzó grandes logros a nivel artístico, siendo incluso la primera artista mexicana del siglo 20 en pertenecer a la colección del Museo del Louvre. Pero dentro de todo su amplio portafolio de obras, existe un cuadro que destaca en cuanto a su personalidad resiliente, siendo este La Columna Rota.
Esta obra fue pintada en 1944 poco después de una cirugía de columna y se encuentra en el Museo Dolores Olmedo Patiño de la Ciudad de México. En ella, Frida hace un autorretrato donde se muestra con el torso abierto, exponiendo una columna de estilo jónico en lugar de su columna vertebral; se muestra con lágrimas en sus ojos, un corsé metálico y clavos atravesando el cuerpo. Todos estos simbolismos refuerzan la idea de que, a pesar del dolor físico, ella se mantiene erguida.
Además, nos cuenta de forma directa el gran sufrimiento causado por el accidente y las consecuencias debido a este, pero más allá de solo mostrarnos su dolor, Frida nos demuestra que la resiliencia no es la ausencia del dolor, sino que es la capacidad de enfrentarlo y encontrar formas de transformarlo. Es aprender a ver oportunidad en el problema, es ser capaz de leer el mundo con ojos de arte.
Natalia Aguilar Yarala
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