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El dos de octubre de 2016 será una fecha que desde ya ocupa un puesto en la historia de nuestra nación, un hito que ni los más grandes cronistas comandados por los politicastros de siempre podrán negar. Un acontecimiento que será referencia nacional y mundial. Un hecho que marcará los nuevos destinos de guerra y paz en esta Colombia. Y lo será por la razón del plebiscito. Punto (tal como lo diría la Ley del Montes). El plebiscito no es nada del otro mundo y, sabemos, no se configura en una panacea hacia la paz. Es solo un instrumento, por cierto muy apropiado, que permitiría que nosotros, a veces sin dolientes, decidamos de una vez por toda terminar con una guerra de más de 50 años. Un conflicto interno que ha cobrado vidas inocentes y ha cercenado las esperanzas de convertirnos, sin distinción de territorios, en un pueblo de progreso.

No entiendo como unos pocos se enmarañan en atentar contra la dialéctica y la verdad. Las Farc no están derrotadas, ni llegarán al poder ejecutivo si este pueblo no lo decide. No seremos socialistas porque sí ni tampoco nos pareceremos a nuestro pueblo hermano, Venezuela. Tantas pamplinas se han dicho que de no tener sensibilidad y conciencia dudaría en acercarme a las urnas este domingo a depositar mi voto por el fin del conflicto y la desmovilización de una guerrilla que ha decidido negociar.

Angel Custodio Hurtado Espinosa - Centro Educativo San Francisco de Asís