Compartir:

Kike no se metía con nadie. Llegó a la tercera edad libre de preocupaciones, su vida era el campo, pero la mañana del 12 de agosto, cuando las verdes colinas todavía ocultaban el sol, sus 70 años no valieron más que un plomo. Entonces, el miedo se apoderó de Caño Negro.

Cuentan los familiares de Eduardo Enrique Medina Yepes que esa mañana él se levantó temprano para ordeñar una vaca, pero dos hombres llegaron y lo mataron. ¿Por qué?, nadie sabe. Lo cierto es que esa muerte y las de otras tres personas en menos de dos meses hicieron que en la vereda, jurisdicción de El Carmen de Bolívar, no quedara nadie.

37 familias campesinas recogieron lo poco que pudieron cargar y salieron despavoridas, dejando atrás sus parcelas, sus animalitos, sus cultivos, su vida. Se fueron buscando paz, sacrificaron todo lo que tenían por preservar su existencia, pues no podían pasar los días pensando en que mientras ordeñaban una vaca serían atacados por la espalda, como le pasó a Kike.

Caño Negro queda a 30 minutos de El Carmen de Bolívar. Para llegar a las parcelas no hay vías, solo caminos de herradura. No hay agua potable, ni gas y mucho menos energía eléctrica. El tiempo parece haberse detenido en ese lugar, es imposible comunicarse por celular y hasta los radioteléfonos de las autoridades vacilan en funcionar.

El fértil suelo de la vereda, según sus pobladores, nunca ha sido pisado por un gobernador. Los alcaldes han ido de vez en cuando, llevando promesas que nunca cumplen y la ayuda más cercana en caso de emergencia son los vecinos.

Hace unos 25 años la violencia cesó. Los paramilitares se fueron y la guerrilla se esfumó. Las familias retornaron luego de ser desplazadas y desde entonces hubo una estabilidad en cuanto a seguridad. Sin embargo, el miedo regresó y Caño Negro se volvió un reflejo de lo que sucede en los Montes de María.