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La vida para Roberto Carlos Pérez Serna cambió y, en menos de un mes, se paró firme y con fe miró hacia adelante. Está agradecido con Dios y asegura que Él fue quien lo encausó por el camino de la legalidad y del bien. Igualmente con quienes le tendieron la mano para poder volver a trabajar como ‘estatua humana’ en el centro de la ciudad después de una penosa situación de la que se ha mostrado arrepentido.

Tras 25 días, desde el pasado 28 de diciembre ha logrado ganarse más de $700.000 y ha vuelto con todos los bríos a ser un artista callejero en el centro de Cartagena. Asegura que en su bolsillo, al igual que en los de cuatro amigos más, tienen los permisos con los que el Ipcc los ha autorizado para luchar por su vida representando los personajes que llaman la atención de los turistas.

En el pasado quedó aquel tormentoso mes de agosto de 2017 en el que Roberto Carlos decidió trabajar con su compañero Juan David, siendo este último quien, viendo la oportunidad cuando se tomaban unas fotos con unas turistas, le sacó la cartera de su bolso a unas de ellas. Desde ese momento la administración distrital decidió vetar del centro a las llamadas ‘estatuas humanas’. Fueron tres meses que, aseguran los artistas, el 'barro –la situación– se nos puso dura'.

Y se les puso tan complicada que algunos se vieron obligados a acudir a las casas de empeño para conseguir un dinero que les resolviera las afugias del momento. Otros dejaron atrás los escenarios callejeros, decidieron no quedarse como estatuas y salieron para el mercado de Bazurto a ganarse la vida llevando compras de un lugar a otro en carretas. Y, finalmente, otro de ellos se trasladó a Montería.

Asegura que el arrepentimiento y el haber reconocido un error fueron los factores que le volvieron a abrir las puertas. 'Mi mayor deseo es poder superarme y dejar atrás los errores que me costaron mi trabajo, que es lo que más me gusta. Estoy muy agradecido con todos y, principalmente, con Dios porque con lo que me gano aquí le ayudo a mi mamá mientras mi papá está navegando', comenta Roberto mientras hace un alto en su labor del viernes y ve cómo los turistas alemanes se van acercando para ver admirados la estatua humana.

Pese a los permisos hay problemas. En total son cinco los jóvenes que hoy cuentan con los permisos para poder ganarse la vida en el centro como artistas callejeros. Ellos decidieron hacerle frente al que señalaron como el tortuoso camino de la legalidad y hoy le sonríen a la vida. Papeles, documentos, fotocopias, certificados, pasados judiciales, hicieron parte de esa carpeta que les sirvió de armadura para demostrar que son personas de bien y que hoy se consolidan en el marco del programa de Revitalización del Centro Histórico de Cartagena.

Pese a los permisos, señalan con preocupación que los agentes de la Policía no los dejan estar tranquilos en un sitio y cuando los ven suelen comenzar a hacerles la vida imposible. Para ellos, los uniformados se han convertido en una pesadilla dentro del sueño en el que han transformado el anhelo de regresar a los lugares de trabajo más apreciados. 'Tenemos los permisos y ellos no les importa esto y nos van sacando de los sitios. Ellos creen que uno no tiene derecho a darle la vuelta a la página e intentar cambiar', precisa mientras le da la mano a uno de los turistas alemanes de quien recibe un billete.

Mientras continúa trabajando de manera incansable señala que ese día tres de sus compañeros fueron contratados para recibir como ‘estatuas humanas’ en la ciudad a varios turistas que llegaron en los cruceros y que se pasearon por toda la ciudad dejando una gran inversión para todos.